lunes, marzo 03, 2014

la montaña y el llano



¿Qué tiene la montaña que nos atrae visualmente? ¿Es acaso su altura, ese sobresalir, imponer un horizonte real y concreto, alcanzable? ¿O es lo macizo, lo que no va a mahoma, mientras mahoma está allí, tomando el desafío?
Se me antoja que la montaña es lo común. Si nos ponemos a pensar, la montaña está presente en la geografía del globo terráqueo casi en su totalidad. Está, indefectible, proponiendo una relación económica del hombre con la tierra que pone en riesgo la cotidianeidad constantemente: “con esto, hacé lo que puedas”.
Y por la montaña fluye no sólo el agua en forma de vertiente, sino la piedra en forma de cascada, la piedra que rueda, like a Rolling Stone. Y lo lindo para pensar es que la montaña supone un valle, a donde se dirige todo lo que cae o lo que rueda, por donde se encuentra el cauce del arroyo, el río que va al río que va al mar. Y el valle es verde, no hay nada en el mundo más verde que el valle. Y eso es lo que por todas partes encontramos, la protuberancia de la tierra que por movimientos tectónicos ha acumulado roca sobre roca, la montaña y el valle. Lo fértil junto a lo yermo en un territorio empinado. Las coníferas cubriendo de pinos el territorio empinado. El principio epigonal de la madera, el futuro forestal de la riqueza.
Una montaña, nada más común que una montaña. Depende para quién, una montaña no tiene nada de raro. Subirla, atravesarla, no puede ser una experiencia más que cotidiana.
Y así como la montaña cree que todo es montaña en el resto del mundo, la llanura cree lo mismo. Y sin embargo la llanura está sola contra el horizonte. Pienso en ella y quiero llorar. Si la viera ahora mismo me emocionaría. Cómo se la puede explicar.
El llano es lo extenso, y es lo tenso. Han tensado un hilo y han alisado el terreno con esa piola. Y al estar todo a la misma altura, han observado que desde el lugar en donde no hay altura, desde donde las cosas no pueden ser vistas de arriba, hay una relación de equilateralidad con todo, incluso con el horizonte. Y para mejor, esto es inabarcable: la gravedad del caso se extiende hacia todos los puntos cardinales, cuando uno está en medio del llano. Acá me dicen por la cucaracha que el relato del llano, el relato mansillano de la llanura, está escrito desde la altura del caballo. Que los pastos son tan altos en la pampa seca que sin el caballo hubiera sido muy difícil ver, reconocer la alteridad. Bien por mansilla y su relato en la excursión ranquel.
Pienso a su vez en la mirada del italiano que era nuestro bisabuelo llegado a la pampa húmeda, llena de promesas, llena de comida. Quién hubiera podido pensar en volver acaso a su Italia, a su “casa” que ya no existía más. El apego, por esa época, era a otra cosa. Paese, que en italiano tiene dos acepciones muy interesantes, de repente choca con esta idea de territorialidad. Paisano, a su vez, es una palabra que cobra nueva vida, nuevo vuelo. Paisano es el que pertenece a la tierra, el gaucho, pero a su vez el que comparte el lugar de uno como propio. De repente, quiero empezar a pensar, paisanos eran, por ejemplo, el inmigrante italiano con el inmigrante croata. Jamás se lo hubieran imaginado, están compartiendo un lugar. En las trincheras durante la primera guerra mundial no se entendían entre sí, porque hablaban diferentes lenguas, los italianos del norte y los del sur. Los imagino habitando la pampa, sin el contexto de guerra sino con el contexto de construir un espacio común, ayudándose unos a otros en el momento adverso. Entiendo que no hayan querido volver nunca más al país de las montañas.


El llano en donde de cada cosa que cae al piso crece algo, es extrañamente inmenso. Esta cualidad se da por kilómetros y kilómetros, y abarca una cantidad de poblaciones e incluye a una cantidad de gente que vive en la prosperidad, que sin embargo puesta a comparación del universo, representa una mínima parcela. Así como el amazonas es el pulmón del mundo, la pampa húmeda es el aparato reproductor, porque es el que genera la comida, la riqueza, y el aparato digestivo será china, digamos, que se come todo.
Una llanura sin una sola montaña, atravesada por una sola ruta, la ruta de la riqueza, la ruta de la prosperidad. La 33, la vía de intercambio comercial más importante de Latinoamérica quizás, facilita el recorrido. Es lo que atraviesa, si esa palabra merece un pensamiento. La observación se agudiza en torno a ella. La economía rural es expuesta en su esplendor, acá no hay matices. Se ven los silos, se ven las cosechadoras, la fábricas de cosechadoras, las estaciones de servicio, los cascos de los campos más cercanos a la ruta guardan la austeridad de quien sabe que no hay que mostrar todo lo que se tiene. El paisano es curiosamente cuidadoso con las formas, no se anda mostrando, sabe que es peligrosa la ostentación, que no hay peor sentimiento que la envidia. Por la envidia se han arrasado países. La envidia fue la condena de Roma.
La envidia y la diferencia lingüística. Cuando en el imperio se empiezan a dividir las lenguas, porque la territorialidad hace que las culturas crezcan de manera separada y dispar, también se dividen los pareceres y las aguas. Es difícil ponerse de acuerdo con el que no habla igual a uno, porque no se puede interpretar en la diferencia, y para peor, menos se puede interpretar cuando no hay voluntad de ponerse de acuerdo. Es el gran riesgo de la parte políticamente correcta de la democracia, la parte que llaman el diálogo.
En el diálogo, durante el mismo, se supone que la relación de poder queda suspendida, y que las partes se hablan como desde el llano, de igual a igual. La consecuencia de todo diálogo quizás no esté dicha, o sea, contenida, o expresada, en él. Por eso es imposible de ser supuesta. Las trincheras, en la llanura pampeana, parecen siempre estar listas. Pero por ahora son canales que se usan para trasladar el agua. Van de un campo al otro y las construyen sin pedir permiso al vecino, y evacúan el agua indiscriminadamente, de las zonas bajas. A veces hay mezquindad en los seres humanos, y ante la riqueza no se tiene reparos. La 33 la atraviesan todos por igual, es el ámbito de la justicia en ese caso. Es un campo de la muerte también, porque siempre se está expuesto al accidente, y en ese caso la suerte le cae a quien le cae, al rico, al pobre, al justo, al hipócrita. Todos están sobre la ruta, girando y haciendo girar la rueda de la fortuna.
La rueda de la fortuna es el viaje. Uno no sabe si llegará hasta que llega. Luego de la caída del imperio romano de occidente, las rutas que iban a roma fueron asoladas, destruidas, invadidas luego por el bosque y la maleza. En la nueva economía que se estableció se perdió el comercio de un poblado con el otro, todo era autoabastecimiento. No había contacto con lo que no estaba cerca, de esa manera se entiende la situación política de Italia en la edad media, toda parcelada, y la situación cultural actual de ese mismo país, y de lo que nos tocó como hijos suyos. Los que empezaron a llevar y traer eran los mendigos y los vagabundos, los que iban con la noticia, los que volvieron a hacer el trazado de la ruta. Se hicieron ricos, al poco tiempo fundaron los bancos. Los vagabundos fueron los que tanto los artesanos, los campesinos como los nobles llamaron la burguesía. Eran ricos sin origen noble. No habían sido propietarios, pero de repente habían inventado el dinero y el intercambio, el negocio.
La 33 está llena de vagabundos, de trotamundos.

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