Si hay un martes en el año calendario, ese es el martes de
carnaval. Es, diría, el martes más importante del año. Si la vida se dividiera
en años, los martes de todo el año serían días muy mal recordados, exceptuando
este, el martes de carnaval. Algunos se preguntarán por qué el carnaval es
lunes y martes, sobre todo el martes. La respuesta, para los que no son
religiosos, debería ser que, bueno, sí, tiene que ver con el cristianismo y en
definitiva con la cultura occidental. A mí no me interesa la religión, pensarán
muchos, sin darse cuenta que en definitiva, te interese o no, convivimos con
ello. De nada sirve inventar festividades como los norteamericanos, la cultura
del cristianismo, y del capitalismo al fin, nos atraviesa como una ruta que
pasa necesariamente por tal y tal pueblo, como la 33. Convivimos con esto, y no
interesarse por esto es quedar expuesto a no saber, y por lo tanto no entender.
Aceptar que existe un libro que se llama quijote y no poder decir nada de él (y
preferir ir a ver series televisivas), no es ni un pecado ni un error, pero es
una elección que te deja expuesto, porque el libro está ahí, no va a dejar de
existir.
¿Y por qué el carnaval es del pueblo? Yo me imagino siempre
una situación medieval, en un intento de comprender el germen de todo. La pascua
cae obligatoriamente un domingo, pascua de resurrección. La semana santa es la
semana previa a la pascua, explico para los incautos incultos, los 40 días
antes de la pascua se apodan cuaresma. Representan los 40 días que pasó Jesús en
el desierto antes de comenzar a predicar, son días de sacrificio, reflexión y
ayuno. Los musulmanes se mandan una parecida en otra época del año, le llaman ramadán.
No tiene nada de malo la cuaresma. Es como cuando termina un campeonato y hasta
que arranque el otro pasa un mes y medio, en el que tenemos que tolerar que
haya torneos de verano en donde siempre juegan river, boca e independiente.
La cuaresma se inicia necesariamente, entonces, un
miércoles, para que termine un domingo. Amigos, el miércoles se llama miércoles
de cenizas. Agarran todas las hojas de los olivos que fueron bendecidos en
domingo de ramos, las queman y con las cenizas hacen una cruz en la frente de
los fieles y le hacen el memento mori. Si hay algo poético en la religión
cristiana es ese momento, terrible, en que el cura le dice al fiel recuerda que
del polvo vienes y en polvo te convertirás. Todos los duelos acaban en ese
momento, en el que recuerdan las personas que somos insignificantes para el
mundo.
Pero el día anterior de ese miércoles es un martes. El diablo
está en la calle, es el carnaval. Lunes y martes, un día solo no alcanza, se
necesitan dos o tres. Son días de absoluto descontrol, literalmente. Para el
religioso, deberían ser los días en que la moral queda suspendida, los días en
los que todo es válido. Se suspenden todos los roles sociales, como en el baile
de máscaras, en el que no se reconoce quién es quién. En Venecia usan máscaras,
y las usan mucho tiempo antes del carnaval, todo un mes está permitido llevar
máscaras. La máscara que entra en una casa, nadie se plantea qué hace esa
máscara entrando allí, se supone que es válido todo, que todo está suspendido
como en un paro de la CGT de otras épocas.
¿Cuáles son los pecados favoritos de las personas? Sin
dudas, los que tienen que ver con los pecados capitales: ira, lujuria, gula,
avaricia, envidia, pereza, soberbia. Durante el carnaval uno puede atravesar
por sus pecados favoritos sin ninguna culpa, porque también está suspendida la
culpa, y porque ¿qué culpa cabe en un mundo que está a punto de terminar? Horas
más tarde empieza la cuaresma, y empieza el sacrificio, y para ellos, luego de
todo ese “recorrido”, empieza la primavera, la época del blooming.
Mientras que para muchos el pecado favorito es la lujuria, y
la van poniendo a diestra y siniestra, sin reparar en dejar hijos que haya que
reconocer (cuántos hijos tendrá ese sodero), otros aprovechan y se quedan sin
hacer nada, pura pereza. Esos no la ponen más. Otros nos ponemos a explicar el
sentido de todo esto, el día justo de la celebración. Es la soberbia.
Acabo de enviar a alguien a freír churros, es la ira y la
gula. Y la gula es el pecado favorito de la mayoría, y el que más emparentado
está al carnaval. Porque la cuaresma, época de ayuno y abstinencia (no especifica
abstinencia de qué), en ninguna parte se dice que no se puede ponerla. De hecho,
la carne sólo es débil para el sexo, y por lo tanto se sabe de antemano que es
prácticamente imposible que un cuerpo se abstenga necesariamente de mantener
relaciones. A riesgo de pedir lo imposible, y a riesgo de dejar a todas
embarazadas durante todo el año (los curas) no hablan de sexo. Solo usan la
palabra abstinencia elípticamente, si vos querés pensar que es abstinencia
sexual, allá uno con su miseria. El sexo es como mucho. Pero sí se le puede
pedir a alguien que morfe menos, y entonces en la cuaresma se morfa mucho
menos.
Por eso es que el martes de carnaval es el martes gordo, el
martes de comerse todo, de cometer el exceso. El día en que se va hasta el
exceso, aun más que en pascua, en que se come chocolate. Pero a diferencia de
pascua y su almuerzo ejecutivo, el martes de carnaval es de comer y enfiestarse
sin cesar. Es casi en una simultaneidad, comer y coger al mismo tiempo, comer
sobre el cuerpo del otro, reventar, lo que imaginamos por reventar. La referencia
obligada es a gargantúa y pantagruel, sin embargo, pienso, siempre hay un
riesgo de quedarse corto.
Para el mardi gras la palabra entonces es voracidad. Desmesura
sin distinción, es la confusión de la lente, es el desenfoque. La orgía, lo que
entendemos por sentido correcto de la palabra orgía. Eso debe ser el carnaval,
en su germen, claro. Anoche había bastante gente reprimida, pero está bien, los
necesitamos también como sociedad.
Es casual el hecho de que haya querido aprender a hacer
panqueques este año y que el mardi gras sea llamado el día del panqueque. Resulta
que la receta del panqueque, al que insisten en llamar crep, es tan sencilla y
su cocción tan rápida, que debería estar en la dieta básica de toda familia. Harina,
huevos y leche, todo lo que viene después es añadidura. La dieta básica está en
esos ingredientes, lo fabuloso se hace con esos tres ingredientes. Son los
mismos que se necesitan para hacer una torta. A mí me sorprendió y no tanto ver
que este tipo de alimento puede ser hecho en la calle, en parís. Evidentemente
es algo sencillo, y con lo sencillo se construye un mundo. Y a mí me gusta la
idea de construir mundos sencillos, posibles. Nada de zombis por favor.
En parís te comés un panqueque, dos panqueque, la vida
continúa y listo. Cómo pierden el tiempo acá en rosario con la garrapiñada. Deberían
habilitar más panquequeros. Me imagino el ritual de la salida de la cancha,
panquequeros en lugar de choripaneros, por fin se erradicaría la violencia en
el fútbol. Todos serían más refinados, incluso en las villas. Porque el
panqueque te predispone a ser refinado, no es al revés, que uno es refinado y
entonces come un panqueque. El modo de agarrar esa masa te coloca en un desafío
que la pizza no, que el sanguche no. El bocado, sobre todo el bocado, es tan
sutil, y tan fácil de comer. Otro festival de sabores. Qué le pondría adentro a
un panqueque? Un salteado de verduras mediterráneas. Mucho amor.
Y panqueque y a bailar, porque es el carnaval y el tiempo
pasa y es un carnaval menos que nos queda en la vida. Y hay que esperar un año
entero para volver a vivirlo plenamente. Estamos acá, amigos, al borde del
precipicio. No hay orden pre establecido, estamos a punto de caer, lo dicen
todas las canciones que hablan de eso. En carnaval es un poco dejarse caer,
dejarse ir, abandonarse. Si esto es bueno para después quererse un poco más, no
sé, quizás.
Nota aparte, ayer entré en un bar por dos segundos, en donde
paran los taxistas a tomar un café. Estaba inundado el lugar del aroma del café
y pensé directamente en la magdalena en el té, y ejercicio de recordar todo a lo
que me remontaba ese aroma. Cruel es el paso del tiempo, pero qué no daría yo
si pudiera volver a vivir todo eso que mi memoria, en un solo fotograma
inmenso, me remontó en dos segundos. Pero ya escribió otro esa historia, ahora
me voy a inventar otra, una más mía y personal en la que yo no esté presente,
en la que solamente se hable de caballos.