Mi ropa de Europa
Y ahi es entonces que estando en la parada del colectivo se demora la mañana. Y ya no depende de uno, y de las ganas de ser puntual. Levantado y salido corriendo, sin desayunar, el frío se siente solo cuando uno espera el colectivo y este se hace rogar. A la distancia no se divisa la llegada del movil, y entonces recién entendemos que cada día es único e irrepetible, que cada día el colectivo solamente viene cuando viene. Y entonces es cuando entendemos que todas las cosas que nos pasaron en nuestra vida ya no volverán a pasar, y esto confirmará la regla de que muy difícilmente volvamos a pensar en eso que nos habíamos distraído pensando, sobre tal o cual cosa, ni siquiera cerca de eso estaremos... sí quizás parecido, o no. Entre las cosas que una persona durante el día, no queda nada. A veces uno piensa que algo ya ha sido pensado, y que está completándolo con un nuevo pensamiento: los discursos se mezclan, se recuperan, pierden exactitud. Ya ni se sabe.
Esto mismo, por ejemplo, sólo lo puedo pensar ahora, que ya estoy despierto y desayunado hace rato, y la mañana corre fiel, hacia delante, hacia el mediodía, momento en que levantaré mis bártulos y pasaré a otra oficina, la oficina de la tarde, la de vivir en paz con el mundo.
Pero el asunto no es ahora, este punto tan indefinido como preciso. No, el momento es la parada del bondi, y todo lo que hubo desde que abrí los ojos y sin prisa me lavé la cara, y me puse un jean, elegido sin cuidado, porque ahora vivo sin cuidado, y una remera, elegida sin cuidado también. Sencillamente, la ropa de mi guardarropas que junta restos de mis épocas de toda mi vida. Es como si me pusiera y llevara a cuestas mi propia historia. Este pullover, comprado en tal lugar, en un paseo de mediodía con tal o cual persona, o solo. Quizás siempre haya estado solo, quizás siempre estemos solos. Y las personas van pasando y eso nos hace sentir más solos, pero no, están, ahi, nos acompañan, nos dejan sus palabras que se transforman en nuevos discursos, en nuevos viajes, en nuevas tramas, en nuevos pensamientos que se van hilvanando, sobre todo a la mañana, cuando esperamos el colectivo y ya no tenemos ganas de escuchar el noticiero en el que tres voces divagan sobre el clima, entre 10 y 15 religiosos minutos, aburridos en decir si el frío es lindo o feo, cada mañana, mientras muere en una calle otra persona, mientras nace en un parto normal otra futura persona, estorbos que uno no quiere hacer conciente, porque todavía el sueño no ha desvelado los ojos, y nosotros aun no hemos encontrado la calma del despertar, yendo al trabajo.
Y salí a la calle y vi el mundo, como cada mañana.
Deberíamos procurar estar cansados para la noche. Para irnos a dormir más temprano.
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