martes, junio 07, 2011

NYC

Me voy a Nueva York. Esta noche de invierno ya la cambio por un benévolo verano. Me puse esta mañana, ahora me la saco, esta camiseta verde que tiene las letras de una petrolera, y en mi manía por usar remeras con propagandas ya me pongo, rápido, porque hacen 3º, esta azul marino que dice Quilmes. Y es la camiseta del turista que llevo en mí.
He planificado este viaje por años, ahora parece mentira. Supe de la promoción hace 5 meses, en pleno febrero. Me había quedado sin vacacionar esperando poder comprar algún boleto en oferta, para Nueva York, la ciudad que nunca duerme.
Nueva York, anoto esto y mi mano tiembla. Siempre quise estar en Nueva York, la ciudad que nunca duerme. Mis zapatos jamás han sido tan vagabundos como ahora, que van hacia esa ciudad nueva, que alguna vez imaginé como York pero renovada, pero no necesariamente. Cuando pude ver fotos de York, obviamente gracias a la internet, y compararlo con la famoso foto del perfil de Manhattan, que tanto daban en las tiras de sony, cuando todavía tenían las torres y que después tuvieron que volver a editar todas las imágenes y sacarlas porque no hay nada que traiga más dolor que el recuerdo de las injustas muertes de aquel septiembre turbio y raro en que todos creímos, aseveramos, que ese era el momento en que comenzaba la tercera guerra mundial. Aunque no estábamos seguros de entre quiénes se libraban.
Esa mañana turbia yo desayunaba, como cada mañana, mirando por la ventana hacia la calle. Mi taza humeaba, quizá era café o té o mate cocido. Nada me hacía sospechar, ni siquiera la frenética carrera de la vecina del edificio del otro lado de la calle, que iba hasta la esquina y volvía. La recuerdo porque me hizo dudar, y fue esa duda que me distrajo dos segundos hasta que descubrí que en la calle no pasaba nada de importante. Y fue por eso que encendí la televisión. De verdad que yo solo enciendo la tele si me aburre lo que estoy haciendo o viendo o lo que sea. Y eso no suele ocurrir, me aburro bastante poco, por lo general. Pero fue esa carrera frenética que me hizo sospechar que estaba loca, algo que pude comprobar un año después, y fue esa duda que no pude resolver, lo que me aburrió esa mañana en que, sí, el cielo ya no estaba gris como el de esta mañana. Me aburría, otro día azul, como el de cada mañana azul idiota. Ese cielo azul de finales del invierno, el que promete amor y te da día y día de soledad.
Encendí la tele por aburrimiento. Después fueron las llamadas para corroborar si en los demás televisores estaba pasando lo mismo. Efectivamente. Esa noticia no cambió nada de lo que hacía años que pensaba, que tenía que viajar a conocer Nueva York.
No fue por esa película que vi esa tarde nefasta. Ella peleaba conmigo porque yo decía que esa escena en que la chica simula un orgasmo era patética, pero que el resto de la película me gustaba y no solo eso, era una de mis films favoritos. De verdad, sabía de memoria algunos de los parlamentos. Ella decía que era su favorito desde antes y que esa escena era una de las más logradas en la historia del cine. Yo le decía que exageraba y nos dejábamos de hablar algunos meses. Pero bien, era una escena de la película que me interesaba, pensaba, ahí tenía que ir cuando estuviera en Nueva York, porque sí, desde mucho antes yo ya sabía que iba a ir a Nueva York. Y hoy es el gran día en el que recuerdo eso y tengo un boleto y una visa y el vuelo es a Nueva York. Esta noche estaré volando, abandonando el frío (quizás deba volver a cambiarme la remera o dejar el saco por uno más liviano) para llegar hasta el verano. Quiero mojar mis pies en el mar, en la playa junto al parque de diversiones de Conney Island. Y eso no es nada, quiero recorrer la ciudad de Nueva York, ir al Madison Square Garden, y no sé, mil cosas más. Me sacaría una foto con la bandera americana. Y voy a ir hasta Atlantic city a jugar a la ruleta, al 32.
Me voy a Nueva York a comprar pavadas, las chucherías que traen todos los que van a Nueva York. Me las muestran y me llenan de ilusiones. Les pedí las direcciones de todos los negocios esos, quiero las mismas marcas, quiero lo último de lo último. Quiero tener esa remera que tiene 3 cuellos pero en color verde musgo, y un bat de béisbol, y un cuaderno de esos para poner al lado del teléfono porque cuando te llaman y no tenés un cuaderno al lado del teléfono siempre lo necesitás. Cómo no te diste cuenta antes.
Voy a ir a comer al barrio chino, en donde seguramente me sentiré por fin estar en Nueva York, tan llena de chinitos. Y me voy a comprar un reloj que diga The godfather. Soy fan de Al Pacino.
Me voy a Nueva York y tengo una emoción que no te cuento. Wall street, quinta avenida, central park, empire state, todos esos nombres que antes estaban a millones de kilómetros de vida, todas esas cosas que brillaban de neón y mi ilusión recreó tantas veces, como por ejemplo la vez que festejé mi cumpleaños con fiesta temática de Nueva York… Todo eso está ahora a horas de distancia. Me voy a Nueva York y no me memoricé, como había pensado, la canción que canta Sinatra, que tan bien describe la ciudad, como papo cuando describe la ruta 66. papo blus. No me sé la canción y de algo me pierdo, porque esa canción es una cifra y ahora no la voy a poder descifrar. Pero a lo mejor me la imprimo y la estudio en el camino, quién te dice que cuando llegue a john fitzgeral Kennedy no voy a salir bailando bajo la lluvia y cantando new york new york.

No hay comentarios.: