Fellini La strada
Una flor, una calle, Giulietta Masina: se pierde la luz en el color de las sombras. Ella nos da una pista: aquí al sol se está bien.
El mar es la apertura y la clausura de la cinta: el mar no como infinito sino en su imagen más elemental: el borde. El mar es la ola en la playa, el mar es la arena, el mar es la playa. Gelsomina vive en el mar, su casa es en la playa, en el borde. El acento romagnolo de la madre es la firma del director, del origen.
Gelsomina se va con Zampanò, un hombre rudo, elemental, lleno de resentimiento. "Un artista callejero" se define a sí mismo. Zampanò viaja en una moto que arrastra un carro, que es su casa. Gelsomina es vendida por su madre a 10 mil liras, el precio de la deuda que arrastra por su vida. Ella aprende el oficio de Zampanò, su oficio es tocar un tambor y presentar al artista que rompe una cadena con los pectorales, el hombre de la sangre de acero.
Zampanò es ridículo, pero al final nos enteramos que no es otro que Anthony Queen. Habla con una voz gruesa, una voz nocturna, de vino y tabaco. Gelsomina le dice sorprendida: "vas con mujeres" pero en realidad estaba diciendo "te gusta ir con cualquiera".
Pero a Zampanò no le gusta que le pregunten cosas. Ella quiere saber de dónde viene, él no habla, él es el hombre de acero.
El personaje del loco rompe los esquemas. Es el único que no le tiene miedo a Zampanó, y no puede dejar de burlarsele, porque le genera eso. Se conocen, tienen un pasado en comùn que Gelsomina no puede averiguar, nadie se lo dice.
El loco la invita a irse con él, y ella ya estaba harta. Pero el loco es bueno y es puro. El loco le dice que si Zampanó la protege tanto (porque a pesar de todo pareciera querer protegerla) algo la debe querer. Ella fantasea más con ese amor que con vivir.
Qué te gusta hacer, le dice el loco. Ella dice que nada, que no sabe hacer nada. Él le contesta que cada uno tiene algo que lo hace especial, que esa piedra que está ahi en el piso, que aparentemente no sirve para nada, es importante, cumple una función.
Esa piedra es la calle. Es el camino. dice el loco. Ella lo entiende. Ella ama a Zampanò, a pesar de todo.
El loco sigue su camino, todos hubiesemos querido que Gelsomina vaya con él. Pero no, se queda esperando a Zampanò que está en la carcel por haber querido golpear al loco.
Retoman el camino, la strada. Ella es feliz, parece ser feliz. Ahora que el loco le ha enseñado la melodía, la toca con su trompeta.
Después de andar se reencuentran, en el camino, los tres. Zampanò quiere asustar al loco y le da unos golpes, pero lo termina matando. Se escapan.
Gelsomina no puede soportar esta situación y enloquece. Ella lo quería bien al loco, y ahora el loco está muerto, muerto por Zampanò. Zampanò aprovecha que ella se queda dormida al sol, junto al fuego, en medio de un campo repleto de nieve, y huye. Le deja su ropa, una manta, y la trompeta.
Zampanò escucha esa melodía, años después, y entiende. Se humaniza, se deja morir, llora en la playa la muerte de Gelsomina, llora y la cámara de Federico comienza a alejarse y es el final.
El mar es la apertura y la clausura de la cinta: el mar no como infinito sino en su imagen más elemental: el borde. El mar es la ola en la playa, el mar es la arena, el mar es la playa. Gelsomina vive en el mar, su casa es en la playa, en el borde. El acento romagnolo de la madre es la firma del director, del origen.
Gelsomina se va con Zampanò, un hombre rudo, elemental, lleno de resentimiento. "Un artista callejero" se define a sí mismo. Zampanò viaja en una moto que arrastra un carro, que es su casa. Gelsomina es vendida por su madre a 10 mil liras, el precio de la deuda que arrastra por su vida. Ella aprende el oficio de Zampanò, su oficio es tocar un tambor y presentar al artista que rompe una cadena con los pectorales, el hombre de la sangre de acero.
Zampanò es ridículo, pero al final nos enteramos que no es otro que Anthony Queen. Habla con una voz gruesa, una voz nocturna, de vino y tabaco. Gelsomina le dice sorprendida: "vas con mujeres" pero en realidad estaba diciendo "te gusta ir con cualquiera".
Pero a Zampanò no le gusta que le pregunten cosas. Ella quiere saber de dónde viene, él no habla, él es el hombre de acero.
El personaje del loco rompe los esquemas. Es el único que no le tiene miedo a Zampanó, y no puede dejar de burlarsele, porque le genera eso. Se conocen, tienen un pasado en comùn que Gelsomina no puede averiguar, nadie se lo dice.
El loco la invita a irse con él, y ella ya estaba harta. Pero el loco es bueno y es puro. El loco le dice que si Zampanó la protege tanto (porque a pesar de todo pareciera querer protegerla) algo la debe querer. Ella fantasea más con ese amor que con vivir.
Qué te gusta hacer, le dice el loco. Ella dice que nada, que no sabe hacer nada. Él le contesta que cada uno tiene algo que lo hace especial, que esa piedra que está ahi en el piso, que aparentemente no sirve para nada, es importante, cumple una función.
Esa piedra es la calle. Es el camino. dice el loco. Ella lo entiende. Ella ama a Zampanò, a pesar de todo.
El loco sigue su camino, todos hubiesemos querido que Gelsomina vaya con él. Pero no, se queda esperando a Zampanò que está en la carcel por haber querido golpear al loco.
Retoman el camino, la strada. Ella es feliz, parece ser feliz. Ahora que el loco le ha enseñado la melodía, la toca con su trompeta.
Después de andar se reencuentran, en el camino, los tres. Zampanò quiere asustar al loco y le da unos golpes, pero lo termina matando. Se escapan.
Gelsomina no puede soportar esta situación y enloquece. Ella lo quería bien al loco, y ahora el loco está muerto, muerto por Zampanò. Zampanò aprovecha que ella se queda dormida al sol, junto al fuego, en medio de un campo repleto de nieve, y huye. Le deja su ropa, una manta, y la trompeta.
Zampanò escucha esa melodía, años después, y entiende. Se humaniza, se deja morir, llora en la playa la muerte de Gelsomina, llora y la cámara de Federico comienza a alejarse y es el final.
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