viernes, marzo 02, 2018

no es un piano cualquiera

El piano es, sigue siendo de algún modo, de mi abuela Perla. Mi abuela está viva aún pero hace mucho tiempo que está dudando si sigue. Yo siempre temo que si me deshago del piano, bueno, suceda al mismo tiempo que vaya a partir. Temo porque puede ser que pase, las probabilidades son altas, la vieja está más cansada y vieja cada día.
Pero cuando no era vieja, sino una chica muy joven, no siguió estudiando en la escuela, porque en esa época la gente del campo solamente hacía la primaria. Mi abuela era hija de la directora de la escuela de un pueblo de 2000 habitantes, un pueblo muy cercano a una ciudad que ahora tiene 80000 habitantes pero que en ese momento debería haber tenido 30000 como mucho. Esto quiere decir que el pueblo, si bien pequeño respecto a la ciudad, no era tan insignificante como ahora que, teniendo 80000 la ciudad el pueblo apenas llega a 500 y quizás menos habitantes.
Pero en ese momento vivía gente.
Y la madre de mi abuela, o sea mi bisabuela, era la directora de la escuela. Y un día mi abuela le dijo a su madre que ya terminaba la primaria y no iba a estudiar más. Imagino que pudo haber sido así o quizás mi bisabuela le habría dicho a la muchacha que era mi abuela en ese entonces que si quería seguir algún tipo de estudio se iba a tener que trasladar a la ciudad cercana, y probablemente mi abuela que era hija única, en su comodidad, quizás deslizó que prefería estudiar alguna cosa puntual antes que hacer todo el secundario.
Así fue que mi abuela se puso a estudiar el piano. Se trasladaba dos veces por semana desde el pueblo hasta la ciudad, a unos 30 km, para tomar clases de piano. En el mismo traslado aprovechaba el viaje un amiguito que resulta que hoy es el padre de un amigo mío, todo queda en familia. Viajaba a estudiar otro instrumento, que fue variando con los años: primero fue la flauta, luego la guitarra, para terminar en el arpa.
Mi abuela progresó, suponemos, en el estudio del piano, y con el tiempo fue tomando fuerza. No pasó tanto tiempo hasta que llegó a transformarse en la profesora de piano de la escuela que dirigía su madre, o sea mi bisabuela. Trabajó ahí un tiempo. Yo ayer me puse a calcular cuántos años tengo yo y cuántos tendrían mis abuelos cuando tal o cual cosa. Seguramente eran mucho más jóvenes de lo que yo soy ahora, que recuerdo todo esto, así como ellos pasaron recordando el resto de sus vidas, por lo menos desde los 60 años hasta ahora, la época en que vivían en el pueblo, mi abuelo trabajaba en el campo y luego tuvo la carnicería, mi abuela era la profesora de música del pueblo. Y el día que cayó Perón todo cambió abruptamente.



II
Mis abuelos eran antiperonistas, y el cuando vino la libertadora tuvieron miedo de que se tomaran una revancha con ellos. Mi madre apenas tenía 3 años y otra cosa con 3 eran los 30 km que los separaba de la ciudad. Así que agarraron sus cosas y se fueron a vivir a la ciudad, y no volvieron ya casi nunca más, como hacía mi abuelo siempre. Mi abuelo era así: nunca más era nunca más. Así como una vez lo estafaron en las carreras de caballos y nunca más volvió a apostar, así fue como nunca más volvió a pisar el pueblo ni siquiera para cobrar.
Porque resultó, según me enteré después, que cuando cerró la carnicería y se fue, medio pueblo le quedó debiendo el fiado de la carne. Y mi abuela, que era todavía la profesora de música de la escuela del pueblo, siguió yendo y cada tanto pasaba por las casas de los morosos pero siempre obtenía la misma respuesta, venga usted mañana, hasta que se cansó y no fue más.


La cosa es que en la casa de mi abuela estaba el piano, que no era el piano de mi abuela sino más precisamente el piano de la profesora de música de la escuela. Y además del piano, había partituras, muchas de ellas todavía conservadas en mi depósito de papel anexo y una pequeña parte en la biblioteca. Pero un día mi abuela se debe haber cansado de ser la viajera profesora de piano de la escuela, y se transformó en ama de casa a tiempo completo, y el piano tuvo su primer silencio. Pero rápidamente llegó una persona que le cambió la vida a esta historia del piano, y esa fue mi madre, que siendo una niña y quizás por orden de su madre, fue a lo de una profesora que le enseñó una de las cosas de lo que las niñas debían saber: tocar el piano.
Así que fue así, de repente, mi abuela dejaba paso a mi madre en la posesión de un mueble musical moderno. Mi madre tenía una amiga que también estudiaba piano, el tiempo diría quién sería la más pianista de las dos, pero en esa época no se competía por estas cosas.
Estamos hablando de los años 60.




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