miércoles, junio 19, 2013

llamado por los buenos relatores



Se necesitan buenos relatores,
malas personas pero relatores
buenos. Seis, ocho, docemil buenos relatores
se necesitan más para que estallen
las diez mil flores del relato.

Relatores, ¿tan difícil encontrarlos es?,
que sostengan el relato
con pulcritud, con dignidad, con parcialidad
con arrogancia auténtica, con cita formal
con muletilla augusta, con emoción feroz.
¿Dónde están?

Relatores de fútbol, relatores del relato,
relatores de carreras de caballos
relatores del dónde va la noche
relatores del vino crudo, relatores del estío.

Se buscan, hay paga, dónde están
están, sabemos que están,
ocupados en aprender, equivoca-
damente, inútilmente, fatalmente
de las viejas escuelas de relatores
buenos pero indignos
tinellescos araujescos closescos
influenciadores de generaciones cuyo relato
todavía no se deja escuchar
por el relato que insiste en el
punto de que no tiene que haber relato.

Están, lo sabemos, están ahí
sucumbiendo a la virtud de la salchicha,
releyendo las poesías de los lunes en el diario,
escalando champaquíes en invierno,
lechicultivando, fruticultivando, tallando la idea de ciudad,
tomando cerveza por parajes inhóspitos,
llorando en las esquinas porque no los quieren venir a buscar
los taxis que no pasan cuando uno los necesita
y que sí pasan cuando no se los espera.

Están en el baño, orinan,
están preparando una gran cartelera,
una pintura de la gran madonna,
los relatores están agazapados, los buenos,
practican decir con velocidad y exactitud
los nombres de los jugadores
los nombres de las calles
los nombres de los colores
los nombres de las cosas
practican
los verbos en subjuntivo
la correcta utilización del pluscuamperfecto
se explayan secretamente
en el filo del circunstancial de modo
de tiempo
de lugar
van al Caribe del sueño
van al baño de nuevo
practican lavarse los dientes
lavarse la cara
los buenos relatores
las malas personas pero buenos relatores
se necesitan.

Están ahí, no tienen equipo, no tienen bandera,
no tienen parís, no tienen gol,
miran con coraje canotaje en la televisión,
comentan con desfachatez la tristeza del hincha
la alegría del hincha
no comercian, no venden, no compran,
no pagan, no cobran
cuentan
sencillamente
el cuento que necesitamos escuchar
los idiotas que estamos hartos
de leer con todas las luces
cómo los genios de los medios repiten
y repiten y repiten y repiten
todo el tiempo
la misma información
y ganan plata por eso.

Necesitamos buenos relatores,
malas personas pero buenos relatores.
Que no insistan con versionar el pasado
que no le busquen la hilacha al futuro
que carguen contra la gente lúcida y genial
que defiendan a la gilada indefensa
que no se pone loca
que no tiene miedo,
esa gente tonti que pierde el tiempo porque no mira el noticiero,
los idiotas que opinamos siempre un poco más,
los imbéciles que no me parece
los que remontan el barrilete pensando en llegar al dios cósmico

Buenos relatores que hagan el mundo
que tengan las palabras para hablar
se necesitan.

Están viniendo
Ya están llegando
Ya están acá
Trabajadores de las palabras
conjugadores de velocidades alternas
potenciadores de la alquimia y el vademécum
llegan, son ellos, están viniendo, ¡los necesitamos!
narradores feroces, mentirosos profesionales
malas personas pero buenos relatores

Ellos no van a estar en la entrevista de la tele
ni aparecerán en la foto con la tetona.
Que me acompañen los que los quieran escuchar.

¡Ea, lengua:
te dije que te dije que venían a mirarte la ingle
suturada de chips, y a cubrirnos
las heridas con el bálsamo de los buenos relatores!

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