viernes, junio 14, 2013

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qué escribir?
La historia que es digna de ser escrita no siempre quiere ser escrita. Por eso inventaron algo tan sutil como el olvido, y lo llenaron de connotaciones negativas, como al hombre de la bolsa. Pero el hombre de la bolsa no debe ser tan mostruoso, ni tan horripilante, y el olvido no es tan malo. Porque el olvido, para vengarse de los que lo connotaron negativamente, inventó la tergiversación de la historia, que a los simples escandaliza.
Ya sabemos que la gente que se escandaliza es peligrosa. Ya lo dice el gran vate criollo "un vestido colorado no te pongas porque la iglesia se escandaliza". La iglesia siempre se escandaliza, porque está llena de gente muy sencilla y con ganas de que todo se mantenga tal como está. Se aferran a las velas prendidas de modo tal que no pueden estar de otro modo. Son personas de profunda sencillez y bondad, pero que han perdido la juventud, quizás antes de tiempo, quizás para siempre.
Pero después están los chicos que aman patear las bolsas de basura. Son los chicos del rock nacional. No sé qué le ven de bueno a esa actividad de andar ensuciando todo lo que ya ha sido limpiado. Pero ellos, en el acto de patear, lo que están haciendo es revisar qué es lo que se está desechando: es la actitud del rock, crítica fuerte hacia el mundo del consumo y la descartabilidad.
No, qué debe ser escrito, quién pudiera decirlo. El olvido y el perdón. Eso quizás sea lo único digno de ser escrito. El olvido, porque somos más, el perdón, porque es divino. Dios (quién eres? dónde estás?) quiere ser escrito, pero se escribe a sí mismo. Los mortales, pobres, creen poder traducirlo. En definitiva, es todo vano. De cualquier manera, tenemos que rescatar los esfuerzos de la gente por crear un lenguaje (y qué lenguaje! qué buen invento!) y permitirnos expresarnos con él. Pero qué expresamos? Acaso lo que debe ser escrito?
No, definitivamente no. Estamos en el plano de la mentira. Todo lo que es escrito es la mentira, y bien por la mentira. Los jueces han hecho de la mentira otro mostro de connotaciones negativas, como el olvido. Dirás solo la verdad y nada más que la verdad. Pero, y sin embargo, cada vez que manipulamos el lenguaje, para decir una verdad, siempre es una mentira, porque la verdad entera no puede ser dicha, porque la verdad se niega a ser dicha y por lo tanto es parcial. No hay verdad, en tanto no puede ser enteramente dicha, y por lo tanto, será dicha la mentira.


Lo que sea digno de ser escrito, sea lo que sea, ha de suceder en un pliegue, en un instersticio. Son todas palabras muy bonitas que usan muchos académicos muy prestigiosos. Por ejemplo Miel Von Roiston. Pero los académicos se tropiezan, y tampoco escriben lo que es digno de ser escrito. Tiene picazón mi querido Boccaccio, no se rasque, quedese tranquilo.
Hay puertas por todas partes, solamente puedo ver puertas ahora. Veo puertas que he atravesado y que atravieso, sin pensar, paso de una dimensión a otra y lo hago naturalmente. Eso acaso es digno de ser escrito? No, ni siquiera. Es tan natural.
Entro a las iglesias, lo hago asiduamente en esta vida, en un promedio de dos al año, promedio que va descendiendo desde hace más de quince años en que no he pisado casi las iglesias. Sí, confieso que tuve una época en que el promedio se disparó, pero duró poco. Fue una época en que tuve una serie de entrevistas con fines formativos y metodológicos acerca del la escandalización de la gente de la iglesia. Me resultaba llamativo el modo en el que insistían en presentarse como los traductores de dios, dando por sentado, en un lenguaje científico pre positivista, el sentido único de todas las cosas. O sea, no había ambivalencia en el lenguaje humano cuando se traducía algo de lo que dios pudo haber dicho en otro lenguaje. Lo mejor eran las puertas. Me encantaba atravesarlas, me he encontrado dando portazos, probando su fortaleza. Ellos inventaron las puertas vaiven, que van y vienen, que después se hicieran famosas en restorantes y sobre todo en el far west.

Yo siempre quise escribir sobre el far west. Pero el far west no quise dejarse escribir por mí. Cada vez que empezaba a poner a un pistolero en una hoja de papel, el pistolero me miraba y me decía cosas como "qué hacés? qué escribís? buchón". Me desalentaba completamente. Ya está, las puertas vaivén, el intersticio del pliegue del crítico académico (son peores que los chicos conservadores de la iglesia, aburrido!), eso habría que plasmar. Cómo son las puertas? quisiera tener una colección de puertas.

Qué les ves a las puertas? Nada, nada que sea digno de ser descripto y dicho de buenas a primeras. No tienen nada, no somos nada, no son nada. Las puertas, listas para ser incendiadas por gente que viene del polvo y al polvo va. De qué se quejan del mundo, si todo está listo para ser incendiado. Einstein quería ver el fin del mundo, ponele, se lo perdió. Nos lo vamos a perder todos.

Habría que explicarles a los odiosos norteamericanos que todo lo piensan como si fuera un show en el entretiempo de un partido de algo, que el fin del mundo no es una puesta en escena, y que tampoco ellos lo van a ver. A ver si se relajan un poco, son tan omnipotentes. Sobre todo las chicas rubias de las series yanquis, que actúan como si fueran las únicas rubias del espectáculo.
Qué bien que me sientan las puertas vaiven y el rock nacional. Qué suerte tengo que poder pensar en cosas que me hacen bien, como el rock. Ahora, pienso, debería concentrarme un poco más en una parte de la puerta muy importante. No la visagra, porque sobre la visagra ya se han escrito libros enteros (se los podemos pedir a los chicos académicos aburridos de la biblioteca, chicos no se pongan mal, ustedes a su manera son divertidos) sino sobre el cuerpo macizo de la puerta. Hay iglesias en que sobre el cuerpo (que ocupa un lugar fundamental en el espacio, que es tapar un agujero por el que se traspasa de una dimensión a otra), han tallado diversas formas. Otros puertistas dibujan o arreglan figuras geométricas. Mis puertas preferidas son unas que llaman mamparas, que suelen ser varas de hierro rellenas de paneles de vidrios de colores. Cuando la luz atraviesa los colores, uno, con un lenguaje muy humano y de mentira, se olvida del mundo, y es como que alucina. Debe ser como probar esa droga, que todavía no conozco. A mi me sensibilizan mucho esos colores de los vidrios cuando son atravesados por la luz. Son momentos en que pienso que el fin del mundo está por llegar, o que simplemente es eso, a diferencia de los yanquis que creen que el fin del mundo es un show (lo habrán sacado del apocalipsis, les encanta).

y entonces siempre llega la hora de dejar de escribir.

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