miércoles, enero 02, 2013

la hostilidad

Por qué hay hostilidad? Surge acaso de la incomodidad?
estaba incómodo Pericles en su silla de la democracia. Está incómodo Picasso en su silla de la genialidad. Qué pone cómodo a alguien? Luis De Ocampo, el crítico y filósofo uruguayo, opinaba que la comodidad estaba dada por la posibilidad de contar. Por lo tanto la primera incomodidad, acaso la incomodidad que promociona la hostilidad, es la de sólo poder escuchar. El que escucha baraja varias opciones, sin saberlo. Puede escuchar efectivamente, o puede hacer como que escucha. Pero de ninguna manera puede pretender ser el que cuenta, porque no lo han traido para eso, no lo han traido para hacer literatura, lo han traído para que escuche, que escuche bien y aprenda. Es la base de la sociedad, el lenguaje y el relato. El relato es donde habita el lenguaje. Yo ahora mismo te podría contar mil historias, decía el tío José, que sabía esta teoría, y por eso no las contaba. Lo traían, varios años lo trajeron de escuchador, de espectador. Y el tipo escuchaba, efectivamente escuchaba, prestaba atención, porque sabía que todo eso le iba a servir para sus propios espectadores, que debería formar en adelante. En cambio estos improvisados relatores no tenían a quién más contarles de cómo se había hecho el canal de suez, y cómo habían adoptado la misma lógica de ingeniería en los fiordos que rodean la península escandinavia.
El viaje es un relato monumental. Por eso hoy por hoy viajeros parecemos ser todos. Cada viaje puede ser contado con la misma pasión que el viaje al centro de la tierra. Ir hasta el centro de la ciudad puede resultar la aventura misma, la aventura más grande de tu vida. Muchos reniegan de la sensación de que al salir de tu casa no sepas si volverás. Pero es la adrenalina misma del viaje la que te lleva, y esa sensación, en última instancia, es de lo más normal. Porque es la realidad, cuando estás en tu casa, a cierta edad, no sabés si volverás a salir de allí vivo. Es como la contradicción infinita, siempre estamos inconformes, siempre nos faltan los 5 para el peso .
La hostilidad nace de la incomodidad entre el relator y el espectador, por eso el relator, que es quien lleva la voz cantante, debe hacer un esfuerzo mayor para lograr la complicidad del espectador. Esto no significa que lo tenga que comprar con dádivas, pero es quien debería ofrecer la comida. Dónde está escrito que es el lector el que debe pagarle al autor? Debería ser al revés, de hecho, hay autores que regalan su obra, conseguir lectores es lo difícil.
Sin embargo si uno es muy bueno, si ha logrado una destreza, si está revelando para la humanidad una visión, si hay luz en esa puerta, entonces algo se da vuelta, y la reciprocidad se genera. El lector debe comprar ese libro, lo necesita, lo quiere para seguir construyendo su propio relato.
Viste, hace rato que no digo nada de tener casas, y alquilarlas para vivir de la renta. Vos querías tener un auto y ahora estás en bueno, estás lleno de válidas intenciones, será el verano. El verano que te trae esperanzas y descansos. Esperanzas de qué te traerá no sé, pero seguro que de eso no. No no, eso no, lo segundo que pensaste, lo de... Olvidate.

Y ahora sí, viene el cuento.


Ahora soy yo el del relato: mi nombre es Michael Paredes. Nací en un lugar de Francia, hace muchos años, tantos como los que tengo ahora mismo, sobre esta mesa en la que pongo un rey de espadas y un siete de copas. Sí, 78 años. Paredes fui siempre, cuando era niño, que dibujaba con tiza en una pared en la estación de trenes de una ciudad que había llegado recientemente acompañando a mi madre, una actriz de varietes. Paredes cuando tuve que ser de oficial albañil, en mi adolescencia, cuando mi madre se fue de gira con el director de las varietes y ya no me podían llevar porque no había aprendido el número que me habían encargado. Paredes mi padre, que a los meses de nacido trepó a un muro, llamativo muro, para cruzar de una berlin a otra, no se puede saber bien de qué lado a qué lado, solo que no llegó. Lo incandilaban las luces de ambos lados.
Michel me decía mi madre, Michel me nombró mi padre. Por qué habría llegado a berlín. Quizás por un afán de viajar, como tener ganas de conocer las cataratas del iguazú. Quizás para poder contarlo: he trepado al muro de berlin. En fin, no sé qué fue de mi padre. Me pareció interesante, a los quince, tener un mito fundante de mi apellido. Ahora mismo la realidad se interpone con la literatura, y no hay felicidad posible en el momento en que mis más pequeños sobrinos revolotean alrededor de mi relato, con la fugacidad de la molestia. Entiendo a los grandes escritores cuando realmente creen en el doble esfuerzo que significa escribir, concentrarse y no tener a nadie que los moleste.

Ahora me voy a sentar en esta silla de paja, ya rajé a los pendejos a otra dimensión de la casa y puedo comenzar. Voy a escribir sobre la pobreza. Buen, buen día.



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