lunes, diciembre 03, 2012

tocaremos hasta que aclare II

me hicieron a un lado 
como chiripá para mear


En qué momento te volviste Salvador Lacontra? disparó, ofendido ante la respuesta. Y en el preciso momento en que formulaba la frase decía, queriendo, mucho más. Y en ese momento, desatendiendo a lo que estaba sucediendo, pensaba en que un par de horas antes los había encontrado, leyendo en voz alta el diario del hijo del asesino que tramita la verdad de la clase media. El tiempo pasa, pero las costumbres se imponen, no hay manera de convencer a nadie de eso. Por eso, Salvador Lacontra, que un día se había levantado con un fuerte dolor de cabeza y eso lo depositaba hoy en la vereda de enfrente, en la vereda del que no es capaz de pedir. El tiempo pasa, las costumbres, sin embargo, le ganan al tiempo, y hacen de cuenta de que ayer y hoy son el mismo dia, y el maiz ha crecido, pero la noticia es la misma, es igual, y creer en la noticia es automáticamente un hecho. Sino todo pierde sentido. Si hay que hacer una autocrítica, que sea un examen de conciencia, que sea para confesarse y luego olvidar. Pero a los demás no les vamos a perdonar tan fácilmente. A Salvador Lacontra lo van a cascotear, y el tipo, sin valentía pero sin escapatoria, pondrá el pecho sin sacar espada, o sacándola quizás, desafiante, para que le den sin asco, entonces el mundo va a terminar poniendo las cosas en su lugar, porque el mundo no soporta a la gente que no es conformista. La mata con enfermedades, les interpone accidentes de tránsito, o les inyecta una depresión sin anestesia.
En qué momento habrá sido? en el momento en que amanecía, quizás, que aclaraba, entonces, y el tipo ya enfundaba el instrumento porque la fiesta había terminado. Y salían a la ruta, medios borrachos, medios cansados de tanto andar. Las damas se habían ido a mejores lugares, con otros festejantes, y quizás por alguna razón ese día se había quedado una, por interés, por calentura, quién sabe, y lo esperaba para decirle una palabras que este aprovecharía en su favor, en una enramada. O no, quizás la chirusa se hubiera cansado y no esperó más, encaró la cama y el sueño y a la hora de enfundar la mandolina no quedaba nadie en el salón. O no, lo más probable es que la fulana no haya existido esa noche, que esa noche estrellada y cálida de primavera, fiel noche, noche buena y tierna, noche en que el campo y el rocío juntan ganas juntos, nadie lo haya percibido, o sí, pero no despertó el interés de ninguna, y eso puede pasar, y puede pasar sistemáticamente, noches y noches enteras sin despertar el interés de ninguna. Lo más probable es que alguna, que quizás por alguna casualidad haya preguntado interesada por el músico que estaba dale que dale al trabajo de divertir acompasando corcheas, pero rápidamente una amiga, conocedora del paño, le hubiera dicho que no, que ese hombre no era un buen hombre, que mejor mirara al ferretero, o al sobrino. Y entonces el tipo se iría a dormir, como un esquimal, con el día aclarandose para los ojos del mundo y sobre todo para los que trabajan. Y una agenda así, tan vacía y tan con ganas. Quién iba a decirle, que otra noche más iba a pasar. Pero era una cuestión de que la música debía seguir sonando, porque ese día, que ahora empezaba, tendría en unas horas su propia noche.

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