miércoles, mayo 10, 2017

el mundo es un pañuelo, qué atrocidad

qué lindo es hablar en otros idiomas. pero para hablarlos, primero hay que aprenderlos. Y la mejor manera de aprenderlos, muchas veces, puede ser desde la bacha, lavando, fregando como dirían algunos colingueros.
Desde allí se pueden llegar a comprender, rápidamente, diría en semanas, los misterios de la pronunciación, los detalles de la oralidad, los vulgarismos. Primero entra la sintaxis, luego la gramática completa, para que por último ingrese la misteriosa y abundante y siempre nueva semántica.
Una palabra puede significar tantas, y con una esponja con detergente en la mano, aún más. Pero hay algo mejor que una palabra en otra lengua, y eso es una frase entera en otra lengua.
Les aseguro que esa experiencia es tan inolvidable como la nueva lengua aprendida. Porque en las cocinas, donde están los lugares en que generalmente también se lava, se habla mucho. Y es cierto que nadie en el mundo es tan esclavo como para trabajar todo el día y no volver siquiera a ver un rato de tele a su alojamiento. La televisión también ayuda en esos casos a aprender lenguas, pero la experiencia laboral es lo que más concretamente enseña.
No hay como recibir un nuevo buen insulto en la mañana, temprano, cuando el día parece decisivo. Uno no entiende bien si el insulto es con la madre de uno, o con uno directamente. Pero está garantizado el aprendizaje.
Muchos se pasan la vida estudiando idiomas, otros hacen colas en los consulados para tener ciudadanías, y otros valientes arrancaron en la época difícil y se fueron a probar suerte así como estaban.
Cuando la cosa está dura, como suele pasar, todos se acuerdan que lavar platos no es, en definitiva, tan denigrante como algunos soberbios expresan. 

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