domingo, octubre 20, 2013

vuelve el fútbol

terror y ansiedad. Eso es la previa del partido, cuando la incertidumbre carcome, como termita la madera, el corazón. Hay que ser valiente para levantarse temprano y ya no poder pensar en otra cosa. También hay que haberse acostado en horario razonable para palpitarlo. Más razonables, se levantarán tarde los que ya saben que vinimos al mundo para sufrir y que esto no hace más que poner en evidencia ese sufrimiento, que el fútbol nos delata indefectible y felizmente.
porque vamos a ganar o porque vamos a perder. pero siempre vamos a empatar. porque el empate es la felicidad, a pesar de las derrotas y de los descensos y de los calambres de los descensos, y a pesar de gritar y de lagrimearte, hay algo que cuando resplandece como el sol te moviliza la piel, y esa felicidad no se abandona en las malas. Entonces digamos que es un empate. Digamos que a pesar de las dirigencias, los desmanejos políticos y negocios turbios, a pesar del infantilismo del plantel, a pesar de los barrabravistas, los colores de la camiseta que son los colores de los sueños.
Entonces siento el nervio justo: ganemos, perdamos o empatemos. lo importante es saber que se lo puede sentir. Y no pienso relajar hasta las 6 de la tarde, cuando se dirima la gastada del lunes que durará seguramente hasta el viernes o hasta el mes que viene.
Ya se vienen las imprentas a diseñar esos carteles que estarán por toda la ciudad, de un equipo o del otro. Ya están prendiendo el fuego los choripaneros. Ya están respirando la mañana los diarieros.
Yo vengo de llorar, de ahogarme. Porque tengo el susto más humano, el más idiota, el estúpido susto de antes del clásico de la ciudad que me cobija. Mis amigos que son del otro equipo me quieren abrazar. yo tengo mi camiseta, ellos tienen la suya, y nos queremos abrazar.



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