miércoles, agosto 18, 2010

Belle de Jour, de Buñuel


"Dos potencias se saludan"

Oscar Natalio Ringo Bonavena a Juan Domingo Perón



Si solo fuera Juliette Binoche, pero no, es Catherine Deneuve. Ella tiene la naríz respingada que la libertad necesitaba en las monedas francesas de los 60. Ella fue más que Carla Bruni, que solo llegó a ser primera dama de sarkozy, que es de origen eslavo porque el apellido original es sarkovich y se lo cambió.

Ella es la modelo rubia que siguieron todas las rubias actrices francesas. Ella es la más rubia, la Catherine Dorléac, la fetiche de Buñuel de Truffaut, la madmoiselle, la putain, modelo para Emmanuelle Béart y Ludivine Sagnier. Diosa, infarto, prejuicio. Una profesional, digamos.




Severine, el sexo es un problema. Cómo nunca antes, no, siempre antes. Siempre el sexo es un problema. El hombre, vos y yo, partidos en mil pedazos. Seres humanos, con planos simultáneos, somos todo al mismo tiempo, la realidad, la fantasía. No se corresponden las fantasías, no se corresponden las parejas.

El amor puede ser correspondido, el sexo no es correspondido. El sexo es puro acto, es presente solo en el momento en que sucede. En la fantasía el sexo es presente continuo: pensamos en sexo. El cuerpo pretende, el cuerpo siente, llama al sexo. Me mirás y te estás rozando. Te veo y mis ojos te tocan.


El sexo acá es golpe, es historia. Ella tiene fantasías masoquistas, su deseo es ser dominada, avasallada. No hay un por qué. El director sugiere a través de una secuencia (que funciona como racconto, o vuelta atrás en el tiempo, a la infancia de Severine) que nuestra protagonista fue abusada cuando era una niña. Niña bonita, niña. Perversión, un padre abusador, el goce precoz.


Ella está casada y es una buena mujer. Es una buena mujer rubia virgen de más de 20, que tienen fantasías de ser dominada, cogida, penetrada, golpeada, abusada. Su fantasía siempre es interrumpida por la irrupción del marido, un joven apuesto y exitoso médico, adinerado y bien posicionado en la sociedad. Ella lleva una vida envidiable, viaja, no trabaja, juega al tenis: qué más se le puede pedir a la vida.


Ella toma la iniciativa: es una energía inexplicable que la empuja a la puerta de Anaïs. La madama la recibe y enseguida se entienden. Pero lo que no sospecha es que su cuerpo real no está acostumbrado a que se realicen sus fantasías.

Es cuestión de tiempo, porque el tiempo es aprendizaje. El cuerpo domina a la persona más de lo que la persona puede dominarse a sí mismo, es decir, se escinde de la voluntad y empuja. Pero como todo sucede dentro del tiempo, en una conquista de la fantasía en el mundo real, todo es frentético, irrefrenable.


La rubia se pasea en pelotas. Por fin la empieza a pasar bien acá en la vida. Y le confiesa a su marido que ahora se siente más cercana a él, que pronto van a poder hacer todo con normalidad. Suponemos que se refiere a las actividades sexuales normales de una pareja que se dice normal. Pero qué es normal? somos todos medios virginales ante esto. La inocencia nos vale. Por fin, somos. El plano de la fantasía nos aplaude, que nos aplauda. Amar amar.


Virgocho, termina la película, apago la luz y a dormir. Las ventajas de tener el televisor en la pieza.



No sé qué le pasa a Buñuel. Tipo raro, se lo come el surrealismo al final y termina de contar una historia sin ganas, con tiros y líos para poder venderse en hollywood, persecuciones, hospitales, y finales felices que no sabemos si responden al plano real o a la fantasía. Campanitas y fin.





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