viernes, mayo 29, 2009

todos

jueves, mayo 28, 2009

un llamado de atención


lunes, mayo 18, 2009

Otro éxito de Tomás

Ayer domingo publicaron en la contratapa de Crítica de Santa Fe un nuevo texto de mi amigo Tomás Lüders.
Acá lo reproduzco sin recortes, tal como me lo envió hace dos semanas...

Marce

Estudio: Marcelo presenta la introducción a su programa 20 Aniversario:

“Los de Lost nos copiaron…. la serie americana más exitosa…nos copiaron.. ¡Qué hijos de p…!”

Corte a escena en la playa:
Marcelo ocupa el lugar de Jack, el héroe de la serie. Marcelo-Jack camina por la playa. Entre los restos humeantes de un avión destruido, deambulan pasajeros heridos y desconcertados. Todo es dolor y confusión. Marcelo-Jack reacciona y se sube a la cabina cercenada del boing estrellado. Prende la radio y desde un parlante imaginario sale a todo volumen Twist and Shout de los Beatles... Entonces aparecen las chicas con poca ropa de todos lados, y los heridos se transforman en el elenco masculino de Showmatch. Empieza la fiesta en la playa.

Corte a estudio. La cámara toma a los muchachos que aprueban festejantes. Las chicas, siempre con poca ropa, siguen bailando sonrientes sobre el fondo del escenario.

……
Estaban todos para los 20 años: Suar, Francella, Pablopachu, Freddy, Cacho Castaña, todas las generaciones de su elenco, y hasta Gasalla, que desentonaba un poco.

Sería fácil acusarlos de símbolos de los 90s. Son muchos los personajes mediáticos, todavía exitosos, que dejaron su marca (y quedaron marcados) por aquellos años locos (o crazies, como se decía tanto entonces). Además, no toda marca implica complacencia con el entonces hegemónico menemismo o neoliberalismo a la justicialista. Tampoco toda marca demoniza, aunque a veces se defiendan “modelos de país” con ese argumento.

Pero no hay dudas de que en los 90s se actualizó mucho de nuestro ser argentino. Suele suceder eso en aquellas etapas en las que el narcisismo de una sociedad está en alta. Y esto no es necesariamente malo. Entre otras cosas, los 90s implicaron una modernización del discurso mediático nacional, lo que produjo muchos esquemas renovadores para pantallas y páginas que se habían quedado en la lógica del blanco y negro. Pero la “modernización” también multiplicó al infinito el gran mito argentino de ser los mejores por nacimiento… ya no hacían falta ni graneros, ni vacas, ni diegos: el mundo se orientaba hacia el sur para admirar nuestra viveza adaptativa. Éramos los jugadores estrellas del tablero financiero global. Y si no nos miraban, el turista y su peso-convertible viajaban para hacernos notar. También viajaban los corresponsales de Marcelo, que se reían a carcajadas de cuanto alemán o coreano se les cruzaba. Poco avivados, no entendía que se los insultaba cuando se los llamaba, sonrientemente a la cara y en su propio país, “pelotudos”… o “gomas”.

Y es que con Marcelo, si no eras el feo de turno, la gorda de turno (“deigorrrr”, gritaba José María con su novedoso celular), el gordo de turno (“dogorrr”), podías reírte tranquilo y a costilla suelta. Eso sí, si te estabas quedando pelado, convenía empezar a preocuparse, podías ser el próximo en recibir un “dolapeee” en pleno microcentro porteño. Otros que caían siempre eran los viejos. Generalmente no entendían nada hasta que les ponían la cámara desocultada sobre la cara. La falta de educación mediática los hacía víctimas dilectas de las joditas de Marcelo. En realidad, aunque se llamaran “jodas para Tinelli”, no las hacía él, sino sus rapidísimos notero-humoristas. Marcelo, Marce, nunca era el chanzador. Si hasta trataba de hacer disfrutar del show al embromado de turno. Para eso, éste era invitado a ver en vivo su propia cámara oculta: “divertite con nosotros y contános cómo pudiste ser tan gil”, hubiera podido ser el título de esa sección. Más pesada la broma, más divertido era verle la cara. Igual, lo que Marce no decía “en el piso”, lo gritaban los muchachos: “¡Gomazo!”, ¡“bolu…”!. “En el piso”, ¡cuánto aprendimos sobre medios siguiéndolo a Marce!

Como es sabido, Marce actualizó el lenguaje de todos los argentinos, y hasta aggiornó el porteñísimo “alverre”. Gracias a Marce podíamos, por ejemplo, burlarnos de la intimidad erótica de los homosexuales con palabras que eran admisibles hasta en el salón del primario (perdón, del polimodal): bastaba decir “come bala” o simplemente “bala”. Como adolescente formado en la primera época de VideoMatch, para mí las personas excedidas de peso pasaron a ser queribles “dogors”, y las personas de rasgos orientales (de cualquier origen), simplemente “ponjas”. Los dogors ya no tenían problemas para seducir mujeres, sino que “no tocaban una teta”, y los ponjas, bueno, los ponjas todavía no entienden nada, aunque ahora esté lleno de supermercados chinos.

En los 90s el “tonto” pasó a “boludo” o “gomazo” y cuando se gastó el gomazo y el tradicional boludo no alcanzó más, empezamos a usar el “hijo de puta”. Y fue Marce quien nos enseñó que podemos decir “hijo de puta” todo el tiempo. Basta con omitir la última silaba de la expresión y ya está: “hijo de pu...” para todo el mundo. Ahora podemos escucharlo a toda ahora, en la calle, en el aula, en la oficina, en los mediodías de la tele. Lamentablemente, las (malas) palabras perdieron bastante efectividad. Yo no sé usted lector, pero desde que mis amigos pasaron a ser todos hijos de puta, yo ya no sé cómo llamar a mis enemigos.

Vale aclarar, que lo de “hijo de pu…” o “ponja”, como muchas otras cómicas expresiones, no es algo original de Marce y lo suyos. Posiblemente comenzaron a circular antes de ser usadas en los sketches VideoMatch. Y es que a Marce hay que verlo no tanto como a un genio creador, sino más bien como a un gran intérprete y sintetizador de un espíritu de época que se resiste a ir. Y cuando amaga a irse, justamente ahí vuelven Freddy, Pablopachu, Korol…

La tele de la que Marce era rey también nos enseñó cómo hacernos famosos sin esfuerzo, a pura viveza. Él montó concursos de chistes, de habilidades curiosas, de canto, de baile erótico y hasta de frotación de caño. El arte del cabaret se volvió apto para ser consumirlo en la mesa familiar, y hoy hasta la patrona opina de lo bien o mal que “una famosa” seduce con sus tetas y culo mientras le sirve los fideos a los chicos. En tanto el pezón no se vea, la raya del culo esté cubierta por un hilo fino, o el pene sea reemplazado por un objeto fálico, la cosa no es porno, y a la mujer no se la somete sexualmente en cámara (como no se lo hizo cuando el bueno de Marce hizo arrodillar a sus dancing girls para hacerles chupar confites de un tubo gigante). Vale aclarar que, a pesar de la crisis, muchos “famosos”, esa nueva clase social de profesión indefinida, todavía comen gracias a los periódicos 15 minutos de fama que Marce les supo dar.

Marce además nos enseñó que, a pesar de haber claudicado definitivamente a renovar a nuestra clase dirigente (el reformismo se transformó en resignado posibilismo), los medios están ahí para ocuparse de las “necesidades de la gente”. Los famosos compiten y bailan para que los chicos de un comedor de la Villa 21 almuercen, para conseguir un tomógrafo para algún hospital público, para que los bomberos de Berazategui se equipen… La fama también hace a la solidaridad.

Y así, las necesidades básicas dejaron de ser derechos garantizados por el Estado para pasar a ser “sueños” que compiten por hacerse realidad. Hoy tiene la misma entidad y valor el deseo de conocer a Ricky Martin o Worldisney que la urgencia por obtener un transplante renal. Si su sueño es el segundo, entonces encomiéndese a Pampita.

En una de las líneas de los bien guionados diálogos “espontáneos” de Marce con los invitados, Adrián Suar, “Adrián”, el otro gran ganador del piso, le reprendió a Marce el enorme presupuesto que lleva financiar todo lo que no se dejaba de anunciar: la participación de todos los elencos de todos los años, más chicas, más bailes kids (desde los 90s ya no se le dice chico al niño frente a cámara, se le dice kid), más cámaras, más viajes por el mundo… Y es que, si no se nota por sí solo el mucho dinero que cuesta algo, todo lo mucho que se invirtió en lo que está frente a cámara, es necesario decirlo con todas las letras. “Showmacht es el show más caro de la televisión”, que se sepa. “Aún en esta época”, aclara un Marce siempre dispuesto a no medir costos para darle a la gente lo que la gente pide.

Suar también hacía lo mismo antes de devenir en renovador de la comedia costumbrista. En sus policomedias –en las que tenía siempre a la figura masculina de turno de partener, y la chica de tapa de novia– sobraban las explosiones, el efectismo era llevado al extremo (hasta se mostraba el helicóptero con el que eran tomadas las explosiones). El gasto tenía que ser ostensible. La cantidad tiene que ser parte del efecto de sentido, y si el espectador no lo nota por sí solo (cosa cada vez más difícil de lograr, dada la superioridad de recursos del modelo norteamericano), entonces hay que hacerlo explícito: gastamos todo esto, pusimos todo esto. La obra dejó de valer por sí misma. Tiene que quedar en claro que su factótum (Marcelo, Adrián, Susana o Mario) puede poner mucho. Pueden conseguirlo todo por la gente. Ahí están los muchachos detrás de cámara para aplaudir (ahí estamos nosotros detrás del detrás). Después de todo, como le dijo el propio Marce sobre sí mismo a Rial, “a mí me encanta competir y ganar”, y desde los 90s, las victorias del éxito se pueden demostrar con números gracias al placer popular cuantificado en rating.

Para la vuelta, Marce prometió, como siempre, una apertura más novedosa que ninguna otra (la novedad es la expresión cualitativa de la lógica del número). Por eso nos anuncia que se va a imitar a Lost, la serie americana más importante de estos tiempos. Pero en la vuelta todo huele a nostalgia. Nostalgia de la época del fin de las nostalgias. La presencia de los elencos pasados tiene el sabor de un reencuentro con los ex compañeros de curso (para mí un Ciliberto o un Carna son índices de la adolescencia). Todos bailan mientras se escuchan las cortinas de los primeros videomatchs. Marce saluda a cada uno y les preguntan en qué andan ahora… después de todo aquello. “¿Todavía sos de Boca?”, “gasta” Marce al dogor Larry De Clay. Aquellos buenos tiempos…

Por eso, “aún en esta época” en la que lo global ya no es sinónimo de viaje a Miami o Europa, sino de crisis y pestes raras, en la que lo “oscuro setentista” nos obtura el “platinado noventista”, hay que seguir dándole alegrías a la gente. Los muchachos de Marce que saltan en el fondo (menos al fondo que “las chicas”, que son la parte más sensual del decorado), están ahí en representación de la gente que no quiere oír de retenciones, de indecs de moreno, de fiebres porcinas, de cortes de rutas, de capos sindicales en la calle, ni de nada por el estilo. Eso sí, en Showmatch no todo es evasión. Marce siempre deja lugar al compromiso: “vuelve el humor político”, nos anuncia. Él, sí él, el genio de la evasión va a traerlo. Él, deja claro que es él quien lo trae. Cuando se lo acusó de frívolo y exhibicionista, los participantes empezaron a frotarse por todo tipo obras benéficas, cuando se lo acusa de falta de compromiso, “trae al humor político”. Seguiremos entonces disfrutando de la ilusión, pero también nos vengaremos de los eternos villanos, de los que no saben darle alegría a la gente, de los culpables de todo. Con Marce, nos vengaremos de los políticos.

in memoriam M B

A la Izquierda del Roble - Mario Benedetti
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero el Jardín Botánico es un parque dormido en el que uno puede sentirse árbol o prójimo siempre y cuando se cumpla un requisito previo. Que la ciudad exista tranquilamente lejos.
El secreto es apoyarse digamos en un tronco y oír a través del aire que admite ruidos muertos cómo en Millán y Reyes galopan los tranvías.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero el Jardín Botánico siempre ha tenido una agradable propensión a los sueños a que los insectos suban por las piernas y la melancolía baje por los brazos hasta que uno cierra los puños y la atrapa.
Después de todo el secreto es mirar hacia arriba y ver cómo las nubes se disputan las copas y ver cómo los nidos se disputan los pájaros.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes ah pero las parejas que huyen al Botánico ya desciendan de un taxi o bajen de una nube hablan por lo común de temas importantes y se miran fan ticamente a los ojos como si el amor fuera un brevísimo túnel y ellos se contemplaran por dentro de ese amor.
Aquellos dos por ejemplo a la izquierda del roble (también podría llamarlo almendro o araucaria gracias a mis lagunas sobre Pan y Linneo) hablan y por lo visto las palabras se quedan conmovidas a mirarlos ya que a mí no me llegan ni siquiera los ecos.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero es lindísimo imaginar qué dicen sobre todo si él muerde una ramita y ella deja un zapato sobre el césped sobre todo si él tiene los huesos tristes y ella quiere sonreír pero no puede.
Para mí que el muchacho está diciendo lo que se dice a veces en el Jardín Botánico
ayer llegó el otoño el sol de otoño y me sentí feliz como hace mucho qué linda estás te quiero en mi sueño de noche se escuchan las bocinas el viento sobre el mar y sin embargo aquello también es el silencio mírame así te quiero yo trabajo con ganas hago números fichas discuto con cretinos me distraigo y blasfemo dame tu mano ahora ya lo sabés te quiero pienso a veces en Dios bueno no tantas veces no me gusta robar su tiempo y además está lejos vos estás a mi lado ahora mismo estoy triste estoy triste y te quiero ya pasarán las horas la calle como un río los árboles que ayudan el cielo los amigos y qué suerte te quiero hace mucho era niño hace mucho y qué importa el azar era simple como entrar en tus ojos dejame entrar te quiero menos mal que te quiero.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero puedo ocurrir que de pronto uno advierta que en realidad se trata de algo más desolado uno de esos amores de tántalo y azar que Dios no admite porque tiene celos.
Fíjense que él acusa con ternura y ella se apoya contra la corteza fíjense que él va tildando recuerdos y ella se consterna misteriosamente.
Para mí que el muchacho está diciendo lo que se dice a veces en el Jardín Botánico
vos lo dijiste nuestro amor fue desde siempre un niño muerto sólo de a ratos parecía que iba a vivir que iba a vencernos pero los dos fuimos tan fuertes que lo dejamos sin su sangre sin su futuro sin su cielo un niño muerto sólo eso maravilloso y condenado quizá tuviera una sonrisa como la tuya dulce y honda quizá tuviera un alma triste como mi alma poca cosa quizá aprendiera con el tiempo a desplegarse a usar el mundo pero los niños que así vienen muertos de amor muertos de miedo tienen tan grande el corazón que se destruyen sin saberlo vos lo dijiste nuestro amor fue desde siempre un niño muerto y qué verdad dura y sin sombra qué verdad fácil y qué pena yo imaginaba que era un niño y era tan sólo un niño muerto ahora qué queda sólo queda medir la fe y que recordemos lo que pudimos haber sido para él que no pudo ser nuestro qué más acaso cuando llegue un veintitrés de abril y abismo vos donde estés llevale flores que yo también iré contigo.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero el Jardín Botánico es un parque dormido que sólo despierta con la lluvia.
Ahora la última nube a resuelto quedarse y nos está mojando como alegres mendigos.
El secreto está en correr con precauciones a fin de no matar ningún escarabajo y no pisar los hongos que aprovechan para nadar desesperadamente.
Sin prevenciones me doy vuelta y siguen aquellos dos a la izquierda del roble eternos y escondidos en la lluvia diciéndose quién sabe qué silencios.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero cuando la lluvia cae sobre el Botánico aquí se quedan sólo los fantasmas.
Ustedes pueden irse. Yo me quedo.

martes, mayo 12, 2009

buchón

lunes, mayo 11, 2009

we can work it out

podemos solucionarlo... miremoslo a mi manera: ponerse en el lugar del otro es siempre una materia jodida. para colmo la docente no deja escapar una y se pone turbio todo ante las preguntas. lo mismo que con la ayuda de los amiguitos, otra vez el nosotros se encarga de poner las cosas en su lugar, otra vez monica en bamiló, con sus ecos de sordera y la espada de tondera.
Hay una que canta Stevie Wonder que vale más que mil palabras.
la vida es corta, casi lo mismo que decir no queda tiempo para pelear.
siempre pensé que era un crimen, pero ahora te vuelvo a preguntar:

miércoles, mayo 06, 2009

chabuca




espumas y terciopelo

martes, mayo 05, 2009

Ganar

Un texto digno de mi amigo Tomás Lüders, arremetiendo...

Ganar
“No somos Suiza”, dijo el diputado provincial Jorge Lagna. El experto difamador del reutemismo, el genio de la chicana retórica.Literalmente dijo “parece que Binner habla de Suiza no de Santa Fe”, en referencia a las palabras que el gobernador socialista pronunció para la inauguración anual de sesiones legislativasClaro que no somos Suiza, el valorar países a través de escalas comparativas y binarias como “más desarrollado, menos desarrollado” o “más occidental, menos occidental”, “grado de europeísmo”, “grado de latinoamericanismo”, hace caso omiso a las diferencias particulares de cada país. Simplifica, establece jerarquías, muy a menudo para asignar posiciones de superioridad e inferioridad, modelos a seguir y a superar
Pero Lagna atribuía la percepción de Santa Fe como una Suiza vernácula a Binner, no a sí mismo. Lo hizo para descalificar la exposición de políticas y proyectos que la gestión socialista viene implementando, con más o menos dificultades, desde 2007. Claro, Binner no comparó a Santa Fe con el país el helvético, pero para Lagna “era como sí”. Es decir, que las categorías comparativas eran del “ironizador”, no del “ironizado”. Mecanismo defensivo de proyección de lo propio sobre el otro, diría un psicoanalista. Debe ser un vicio de buen justicialista que adscribió al menemismo, movimiento renovador del justicialismo que fue siempre muy afecto a comparar a la Argentina con otros países, tanto para establecer contrastes como similitudes: “corrupción también hay en Europa”, “eso pasa de igual forma en Estados Unidos”, o el más reiterado “ya estamos dentro del Primer Mundo”.Culposo, el diputado reutemista acusa hoy a los socialistas de ser ellos quienes nos comparan con el Primer Mundo para ocultar la realidad. Pero en los 90s, era Lagna, al igual que su referente, el Senador Carlos Reutemann, quienes solían asociar a la Argentina con otro país del primer mundo: los Estados Unidos. Lagna y los suyos no nos comparaban con Suiza, país en el que al menos la riqueza convive con cierta equidad. A Lagna, y a Reutemann, le seducían lo que ellos entendían que eran los Estados Unidos. Pero no nos comparaban con toda la heterogeneidad y diversidad cultural que son los Estados Unidos. Lagna, y Mercier, y Spinozzi, y Latorre, y todos los que dicen lo que Reutemann no dice para preservar su imagen de mesura (¿suiza?), se habían creado una imagen modelo del american way, en el que el más rico es el mejor, y el pobre, en todo caso, un loser que saborea a gotas crediticias algo de la miel (perdón, del syrup) de los winners. Y es que Lagna siempre se consideró siempre un winner.Por eso también, citándolo a Perón, acusó al poco winner de Binner de proferir “discursos idealistas”, de “diagnosticar mucho”, uno podría decir, de “pensar mucho”. Lagna, como buen winner, es pragmático. Para Lagna, los pragmáticos no se demoran en pensar, hacen sin medir consecuencias. Por eso, dicen sin pensar, ya que así como hacen cualquier cosa que les permita ganar, dice n cualquier cosa que les permita ganar. Y ganar es siempre ganarle a otro, es decir, infligir derrota. Por ejemplo, descalificando a alguien por pensar, por preocuparse… todo eso es perder el tiempo.Por eso los pragmáticos, cuando tienen el privilegio de ir a la universidad a estudiar, no asisten a clases para comprender y hacer en consecuencia, van a la universidad para obtener un título que los habilita a “jugar” (palabra hoy muy en boga del político winner). Y como el “ganador” hace del ámbito en el que participa un mero tablero de juego, éste puede pisotearse y descartarse una vez que se gana. Así por ejemplo, es por la proliferación de abogados winner que la Institución Judicial argentina es lo que es. Importan los arreglos, las victorias…. no los fallos justos.A veces los ganadores, pudiendo hacerlo, ni siquiera van a la universidad, se dedican a correr carreras de autos. Y es que en las carreras las victorias son siempre evidentes, claras, porque la superioridad se demuestra con podios. Por eso los winners también suelen adscribir a frentes que se autodenominan “para la victoria”, y nunca frentes para la justicia, o la libertad, o la equidad. Frentes que se abandonan ni bien pierden su razón de ser, esto es, ganar.Es por 24 años de proliferación de políticos winners que la Provincia todavía es lo que es, no porque se diagnostica lo que se debe hacer.

lunes, mayo 04, 2009

sur

steve jobs

En un mail de Mohan hace unos años estaba el link para ver el siguiente video. en el discurso de Jobs hay un concepto que retengo personalmente y repito como uno de mis mantras preferidos.