martes, enero 02, 2007

el interior de la milanga

viajar por la pampa es un embole. ya te digo, un desconsuelo. en una época, antes, había por lo menos campos sembrados con girasol, que era un deleite para los ojos. ir a cien kilómetros por hora mirando para el costado y ver esos sembradíos y el horizonte recto, y las caras de los muchachos girasoles mirando todos juntos en la misma dirección... al recto del horizonte. entiendo que el horizonte es recto y los pobladores se comen las eses. un porteño no lo soportaría, de hecho no lo soporta. los porteños llegan a la pampa con el aire del río y de la capital, y dicen las cosas como son. ellos tienen razón porque son más, es la única razón. en realidad es que se sienten desubicados en la pampa, la húmeda. y cuando les llueve y la humedad se les va al pelo se ponen como locos y gritan "mis vacas mis vacas, esto no pasa en buenos aires". ellos piensan que las vacas de ellos no deberían mojarse, y que las del resto no importa. los porteños tienen carne de exportación.
por eso cuando uno viaja por la pampa se embola, porque la carne es mucha de exportación, no como piensan los porteños. hay muchas vacas y qué buen comer que tienen, pasto a rolete. uno las va contando, si el traslado es a 90 kilómetros por hora. cuenta cien creo, cuenta cientocincuenta. después el traslado saca de horizonte y de quicio y ya el ojo humano no da. el gaucho estaba bien entrenado para contar. ponía el ojo y ponía la mano y usaba el método paenza de estimación: desde el molino hasta este árbol hay treinta, desde el árbol hasta la lomita ochenta, desde la lomita hasta el monte de sauces que tiene un ombú cincuenta. total 160, mi patroncito. están todas, tres se las agarró el peón gonzalez, las llevó para cría diferenciada. las van a inseminar.
los gauchos son muy leales. les dicen gauchos, pero no son más gauchos gauchos, ese no existe más en la pampa. el gaucho de los libros sólo es un disfraz. ahora se puede llamar un neogaucho, el hombre de la pampa que se cruzó con el inmigrante, y en algunos casos particulares, se cruzó otra vez con el porteño. eso se nota en el habla, ya que no en el vestir. porque en la pampa se visten todos con la indumentaria de la pampa, en cambio no todos hablan igual. el local se come las eses, es horrible, y el hijo del porteño está ahi, entre comerse las eses y no. dice colorado, dice té, dice comida. pero todos se ponen su bombacha y las alpargatas que son una delicia, y todos miran el horizonte lleno de comida, y todos, absolutamente todos, cada vez que cae la piedra, evalúa las perdidas. eso lo aprendieron a hacer todos, por supuesto como en todo, algunos con mayor efectividad que otro. el neogaucho, llamemoslo asi, es un experto en meteorología, o mira el weather channel. porque las antenas de ultratelevisión llegaron a la pampa antes que a buenos aires. porque si hay algo que el porteño sabe es que todo llega a la pampa antes que a cualquier otro lugar del pais, porque ahi esta la teca. lo que pasa es que la pampa es eterna y todo se esconde, todo es en secreto. en el campo se esconde hasta la cosa más inescondible, algo inmenso como una casa de ultralujo, o un camión hipercargado con botellas de vino de la más refinada cepa.
el neogaucho es bacán, pero el porteño que quiere ser un gaucho lo es más. hay como una pelea de bacanes, pero es divertida. se trata de ridiculizar al otro. el pampeano, cuando charla con el otro, por realzar su identidad se come todas las eses. hasta en las palabras que no tienen ese se las come, corta sílabas por todos lados. es increíble. el porteño es más amanerado y el otro se siente varón.

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