miércoles, septiembre 13, 2006

la milanesa

tengo muchos amigos escritores, grandes escritores. tambien tengo amigos musicos y artistas de todos los generos. uno de ellos, roberto, me manda este avance que esta escribiendo. lo ambienta en italia y me lo manda para saber si masomenos es asi el ambiente, y yo que estoy aca y no sé qué responderle ni le respondo ni na. y como es un traidor, le publico eso que se parece a un cuento en este espacio, y riase la gente. y por supuesto lo acompaño de algo digno de ver...




Tenía un culo que no se puede explicar. Se paraba en esa esquina y la gente que pasaba le preguntaba que cuanto, que si era mujer. Ella respondía que no era de esas. Al principio también se reía. Pero después ya se cansó y ya no le hacía tanta gracia el chiste. Después dejó la esquina porque se hartó. Me preguntaba que hacía en la esquina así fui y le dije: todas las milanesas son iguales. Como ella por fin escuchaba una música diferente me respondió algo. Y nos pusimos a charlar y me contó esas cosas que le decía la gente lo que me dio lugar a poder preguntarle qué es lo que hacía en esa esquina. Ella, en lugar de responder, se salió por una tangente que es esa que usan habitualmente las mujeres cuando no quieren responder, en lugar de cambiar de tema, con mucha sutileza van directamente sobre el interlocutor: y a vos por qué te interesa tanto lo que haga yo en esa esquina. Esa era la pregunta que yo quería justamente evitar con todo mi rodeo de simpatía, el “y a vos que te importa” es una cosa difícil de gestir. Tuve que ir directamente a un contrataque que tenía que tener la eficiencia de no poder ser evadido: “me interesa porque desde hace varios dias que te veo ahí parada, y como yo trabajo ahí en frente ves aquel local, bueno por ahí me asomo a la ventana y empece a mirarte y cada vez con mayor interes fui descubriendo que no solamente eras tan bonita, como todo el mundo te lo debe decir, y de hecho pude ver que te lo decían, sino que ademas tenes algo en el rostro que te hace mas bella aun, algo que yo llamo la marca del misterio, vos sos una mujer misteriosa, y el hecho de que estes todo el dia aca en esta esquina es un síntoma claro de lo mismo.”
Fue eficiente mi ataque. Ella respondio, cambiendo rotundamente el discurso de tu al usted, como con respeto mas que ironia: “usted no me va a creer señor, usted va a creer que yo estoy loca, y quizas lo este, pero mi historia es tan larga y extraña que lleva un largo tiempo contarla.”
El usted me enterneció tanto que cuando dijo contarla ella entendió que yo iba a besarla de todas maneras. Era de noche, su perfume era caro. Estaba vestida como la prostituta mas sutil y hermosa del mundo. Estaba vestida, sobre todas las cosas, bien vestida. Le di la mano y nos fuimos a recorrer milano.

Nací en napoli, me dijo. Me dijeron que nací en napoli, pero nací en otro lado señor, decía y me besaba. A ella yo también le gusté, porque se reía y me llamaba señor y me bseaba. El perfume era caro, y ella milanesa y napolitana. Yo sé que no es verdad, me dijo, yo sé que nací en rosario, que me trajeron a napoli y que después nos vinimos a milano. Dijo. Pude calcular la edad con un margen de error de cuatro años. Era una época difícil, dije. Lo sé, dijo. Intui que este comienzo de la historia tendría algo que ver con la esquina. Se lo dije mientras le acariciaba la espalda y ella sonrió asintiendo. Cuando una persona asiente también reconoce, y de esa manera los gestos toman un nuevo impulso, que es el efecto de ese reconocimiento. Ella se entregó un poco mas acomodandose boca abajo en la cama, para que pudiera acariciarle mejor la espalda, y sentir mejor su perfume que me llenaba de energias.

Me perdone, dijo. Pero esto para mi es difícil de contarselo a un extraño. Cuenteme algo de usted primero por favor.
Se metió conmigo, pensé. No quería saber nada con contar mis cosas a nadie, pero no podía evadirla. Si quería saber sobre ella tenía que soltar yo primero. Esa es la ventaja que tienen ciertas mujeres bellas e inteligentes, que saben como hacer para no enamorarse. Me relajé y dije estrictamente la verdad, porque cuando miento soy muy mentiroso y no me cree nadie. El que dice la verdad siempre corre con la ventaja de que tampoco le cree nadie, la verdad siempre se parece a las mentiras inverosímiles. Le dije: yo era un escritor famoso, y trabajé para una de las mayores editoriales también como editor. Hasta que conseguí este trabajo en esa relojería que vos viste, es un poco chica pero se trabaja bien, y los relojes a mi me fascinan. Esto sobre todo me gusta porque me deja tiempo para llevar a cabo mi verdadera vocación porque en realidad soy traductor. Conozco seis lenguas pero trabajo con tres, el italiano el ingles y el hungaro. Ahora estoy trabajando sobre todo con el hungaro. Le conté que había vivido en Hungría por tres años y que había nacido en un pueblo remoto de la romagna, y que una vez había estado en america paseando con amigos, pero que nunca había ido a esa republica y sólo mentí cuando dije que ni siquiera la había sentido nombrar, rosario. Me dijo que ella nunca había conocido rosario, pero que sabía con certeza que había nacido ahí. Yo conocía muy bien esa historia, había tenido una novia de tres meses que era de un pueblo cercano a esa ciudad, y un amigo de la infancia, compañero de escuela, que sus padres provenían de buenos aires. Él me había contado todo, pero más me contó su madre que me quería como a otro hijo.

Así que es usted escritor. Me gustaría leer algun escrito suyo, confesó. Seguramente, respondí, usted ya lo ha hecho sin saberlo. Mi fama es internacional, agregué. Cuando le dije mi nombre se emocionó y dijo: sí, yo leí uno de sus libros, lo recuerdo muy bien. Y comenzó a reirse. Balbuceó algo que se parecía al título de mi novela, la mejor de mis ocho novelas: tristes son el ajo y el puente… le dije que era la novela que mejor me había salido. Le pregunté por qué se reía así, tanto, y me respondió que esa novela era efectivamente la que había leído y que la había abandonado. Y agregó, en realidad lo tiré por la ventana. Era muy malo. Me quedé callado, mudo. Solucionamos todo enseguida, el amor tiene esas posibilidades, ella supo cómo, y me dijo: debe ser usted un gran relojero. Y además me besó con cariño.
La milanesa era espectacular. No sólo para vestirse, también para desvestirse. Le gustaba el sexo como una buena napolitana que era, y sabía ser milanesa a la hora de las charlas, no perdía la elegancia. En esas tres semanas que nos vimos tuve la oportunidad de escuchar toda su historia. Por supuesto que al tercer día ya me había aburrido un poco porque ya podía imaginar, por ser escritor, como se desenvolvían los hechos. De todas maneras la dejé hacer. La parte más espectacular era demasiado fantastica, y tenía que ver con el por qué estaba parada en esa esquina. Tuve un sueño, dijo, hace un tiempo atrás. Soñé que conocía a alguien que me decía que era mi hermano. Lo encontraba justamente en esa esquina, la reconocí en el sueño inmediatamente porque conozco esa esquina muy bien. Viví cinco años en el edificio que está enfrente.
Cuando entró en detalles, sin darme cuenta, la empecé a interrumpir con raptos sexuales. Ese día tenía puestas unas medias de red que le quedaban macanudas, y a mi todas esas cosas me levantan la temperatura. Recuerdo que en un pasaje de uno de mis libros la condesa de montemaggiore se ponía esas mismas medias para uno de sus secretos encuentros con madame solersnik. La escena lesbica siempre es muy fuerte en mis libros y tan recurrente que me llenan de vigor en la parte menor. Sos un libidinoso, me dijo girandose en cama, ofreciendo con cara de placer, la parte del deseo. Después hablamos de otros temas no sé por qué, no pudimos retornar inmediatamente sobre aquel argumento, pero sí lo hicimos días después. A las mujeres no les gusta ser interrumpidas, y es cierto que algunas lo disimulan mejor que otras. Ella fue sincera y me lo dijo: a las mujeres no nos gusta ser interrumpidas. Creí que se refería al coito, porque a veces yo dudaba si ella había obtenido el placer. Comencé con toda mi furia a revelar mis mejores dotes de lingüista que era, pero ella me detuvo: no me refería a eso, en eso estamos bien. Fue piadosa. Me refería, agregó, a lo que estabamos hablando. Pero no importa, ya continuaremos… yo para no sentirme culpable tuve una gran ocurrencia: si te pones esas medias va a ser difícil que no te interrumpa, parece que lo hicieras a proposito… se rio y asi fue como cambiamos de tema…


Quería ser hermosa, me dijo una vez. Ya era rica, pero las milanesas somos así de caprichosas, siempre nos falta algo. Yo juro que quisiera todavía ser hermosa para vos, me dijo. Le pude decir: vos no entendés, nunca vas a entender donde veo yo la hermosura. No es tu cuerpo, no es tu cara. Sos vos, y tu absolutidad. No puedo, no quiero decirte que sos hermosa, decirlo disminuiría de alguna manera el sentido de todo. Sos absoluta, te encuentro unica, te veo y sos algo increíble, como es increíble que te guste estar conmigo. Sos mucho mejor que yo. Sos mejor que todas las mujeres que conoci en mi vida. Sos la mejor de las milanesas.
Ella pensó con justicia que yo estaba exagerando, y que mentía. Yo sabía que estaba exagerando, pero pensaba que era verdad, ella era hermosa. Tuve miedo, tuve miedo de enamorarme, me estaba enamorando. Respiré su perfume, ella me dio la espalda y se durmió. Nos dormimos. Cuando se despertó yo la estaba esperando con el café. Le dije: quiero que mañana vayamos a venecia. Quiero perderme con vos, quiero caminar con vos, quiero hacerte el amor en un lugar. Me besó y dijo si quiero. Fue como si me absolviera.



Yo estaba enamorandome, y ella parecía enamorada también. Las historias de amor tienen finales tristes que se parecen al fracaso. En el tren de regreso de venecia me dijo que tenía un pasaje para ir a rosario, que el avion salia en dos días. Que quería que vaya con ella pero que si yo elegía quedarme ella no iba a poder quedarse conmigo, aunque estar conmigo fuera algo que la hacía tan feliz que no podría no elegir, pero que no podía quedarse, que tenía que ir a conocer esa ciudad, su ciudad natal. Yo le dije que no sabia como podía hacer para conseguir un pasaje para ir con ella y que la semana entrante tenía una cita con mi abogado por el tema de mis hijos y mi ex mujer. Ella que estaba al tanto de la situación lo entendió: yo no podía dejar a mis hijos. Eran muy chiquitos. Me dijo que sabía cuando volvería, que no sabía que iba a hacer de su vida. Nos dijimos que deberíamos tener paciencia y que todo se acomodaría de la mejor manera cuando tuviera que ser. Le dije que quizas yo podría ir a verla en un mes. En un mes pueden pasar tantas cosas. Preferí dejarla vivir su destino, que es la cosa más grande que un hombre puede hacer por un gran amor...

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