viernes, diciembre 31, 1999

sea

había una vez una fiesta. yo era el marido de la novia que no se estaba por casar, era uno de la fiesta, también, era de la organización de la fiesta. la fiesta se llamaba..., tenía nombre pero no me lo acuerdo. era una fiesta de locos, y era una fiesta de cretinos. estaba lleno de cretinos por todos lados. ese día yo caminaba sólo, en medio de la fiesta. charlaba dos palabras con gente conocida, y tres con gente desconocida. era una fiesta grande a su manera. en la piscina nadaban dos peces y un señor con una señora de treinta y tres años. lo recuerdo porque todos hablaban de la edad de cristo, esa noche, en la fiesta. la señora iba desnuda y se tiraba del trampolin de la piscina, y quería atrapar los pescados. el señor solamente tomaba un daikiri y saludaba. lo recuerdo porque esa era la parte de la fiesta que había organizado george. no quiero hablar de george, después de su desaparición todo se transformó en un escandalo, sobre todo porque tuve que ocuparme yo de su rosarito, lo que nos costó no pocos problemas con la gente de la fiesta, porque son chismosos. no tienen nada que hacer e inventan historias sobre los demás, y más allá que se equivoquen o no (y siendo que casi nunca se equivocan), qué se tienen que andar metiendo, no?
había una vez una fiesta, así empieza, y así siempre quise empezar a contarla...

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