miércoles, julio 23, 2014

inferior

Y después está el goce del otro sobre la paranoia de uno. Ese goce está fundamentado en sus propios conflictos, en sus propias paranoias. Es una gran combinación de problemas mentales, la vida en sociedad. Uno que se persigue, y no puede ver más allá de sí mismo. Una palabra que enciende una mecha y la bomba empieza a pasar de mano en mano, no se sabe dónde detonará. "Ese es el problema que tenés vos, con tal asunto", dice el otro, y es cierto. Pero además, no lo es.
Porque el problema de uno, presente, consciente, no es el punto de la discusión, no lo es ni siquiera todo el tiempo. Pero el otro remarca el asunto del problema de uno, como un modo de establecer el territorio en el que se da el debate.
"Está bien, es que tengo es pequeño gran complejo de inferioridad", pongamos por caso. "Tengo este problema para relacionarme en sociedad", hay que decir, "para aceptar las convenciones de los demás". Un ser desprolijo a la vista de los otros, pero que guarda su propia lógica.
Cuando el complejo es dicho, todo acto de hacerlo sobresalir es del otro. El otro dice "vos tenés ese complejo", y es su goce.
El goce de reconocerse, ante su propio complejo, que se reformula.

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