domingo, junio 29, 2014

mi complejo de inferioridad

Bendito es el sitio, y la casa, y el lugar, y la ciudad, y el corazón, y la montaña, y el refugio, y la cueva, y el valle, y la tierra, y el mar, y la isla y la pradera, donde se ha hecho mención de Dios y se ha glorificado Su alabanza.

Bahá’u’lláh



Pienso, y ya es demasiado. Siempre que pienso que pienso, se incendia un chino en alemania. Ayer me dieron un papelito que tenía forma de mariposa y por todas partes escrito Bahai Bahai. En ese momento estaba hablando de cosas muy interesantes con alguien, y seguramente no tenía en cuenta un montón de cosas cuando hablaba, como por ejemplo, cosas que olvido, como mis contradicciones constantes.
El papelito de forma de mariposa lo tomé sin pensar, una de las pocas cosas que hice sin pensar el día de ayer. No fue de lástima, fue auténtico, tomé el papelito que llamaba mi atención y lo guardé. Guardar un papelito, para mi significa darme el derecho a olvidarme.

¿Por qué me olvido de mi propia pequeñez empeñándome en mostrarme fuerte y grande. Y adulto? Escribo esto con la forma que merece un papelito en el bolsillo. Sin embargo las letras no tienen la forma de mi caligrafía sobre un papel, y yo no soy el campeón que creo ser, y la gente que me quiere lo hace sinceramente. Este es el precio de la aventura de la soledad. No voy a empezar a hablar de mi infancia y de mi madre y de mi padre.


Me analizo como si fuera la selección argentina en el mundial de brasil, tratando de ser completamente sincero conmigo mismo y sabiendo que aun pudiendo ser una selección que tenga chances de ganar el torneo, hay otras selecciones que también están mereciendo lo mismo. Y entonces empieza a notarse cómo hay diferencias culturales, idiomáticas, de recursos, de identidad. En la comparación resalen las diferencias. Pero no vale la pena comparar, lo que vale son los partidos, por eso los jugadores y los técnicos, muy concienzudamente dicen todo el tiempo, repiten, que hay que focalizarse partido a partido.
Lloro las diferencias, pero es la cobardía que hay en mí, y a la que quiero vencer porque estoy hecho en estas contradicciones. Y escucho a los otros, a las opiniones de los otros que son tan diversas, algunas llenas de malevolencia en la que a veces puedo regodearme (venciendo o no a la culpa por dar lugar a la maldad), otras veces muy concienzudamente. Siempre me gusta escuchar a los que dicen que en el mundo hay otras cosas además de fútbol. Que es solo fútbol.

En mi laxa inteligencia proliferan las metáforas futboleras, sin poder despertar un interés hacia otro tipo de metáforas como pueden ser las cosas que ornamentan una casa, la naturaleza del campo, la vida de un perro.

Me doy cuenta que odiamos a los brasileros porque encontramos que en muchos más aspectos que nosotros son mejores. Nuestro resentimiento hacia el grupo humano que integra la selección chilena proviene de las diferencias que surgen entre ambas naciones, diferencias históricas y culturales. Con los colombianos sentimos empatía, porque territorialmente están un poco más alejados y no nos afectan entonces no nos podemos comparar, en cambio con los uruguayos sentimos simpatía porque están cerca y nos gusta compararnos y tenerles lástima, porque son chiquititos, como davides al lado de goliates que cada tanto recibe el piedrazo. Ellos nos odian, por eso nos tiran piedras.

Hoy es domingo, segundo domingo del invierno. Empiezo a escribir un texto en el que repasaré y experimentaré, para todos ustedes en vivo y en directo, el proceso por el cual durante tanto tiempo he tenido lástima de mi mismo, condicionando inconsciente e involuntariamente mi propia historia de vida, que en definitiva no es tan importante y que muy pronto será olvidada para siempre. Al fin de cuentas, otra historia sin historia.

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