sábado, noviembre 30, 2013

a la vuelta de la ironía

definitivamente, ya no decimos más lo que queremos decir. o no hay modo de que lo que uno diga sea comprendido complejamente (ya no completamente) por quien recibe el mensaje (o por quienes, no hay razón para descartar el plural). pero, acaso alguna vez esto ocurrió en la historia del mundo? acaso algo ha cambiado en el código desde los griegos a hoy?
cuando aparecen este tipo de preguntas tan interesantes siempre el texto se dispara hacia el otro lado de lo que estaba planificado. ir por esa ruta es peligroso, porque no sabemos si retornaremos sobre el mismo punto o sencillamete lo abordaremos desde otro márgen, y ya se está yendo hacia allá y nada lo detiene, sino los pimientos que se están cocinando y requieren de mi presencia intermitente.
ese soy yo, el que cocina los pimientos en la tostadora, y piensa en sócrates burlándose de sus discípulos. "no hay manera de que aprendan estos bestias", lo imagino diciendo.
mi presencia intermitente lo es todo, y puede ser un punto de partida para hablar de la ironía. esta es un recurso del lenguaje que atraviesa el código y lo da vuelta. por esta razón tan subliminal, el condicionamiento justamente es la presencia. La intermitencia excluye, es incapaz de asir, algo se escapa. es la parte del código que va mutando sin concesiones, es una guiñada, una mirada que ya deja afuera lo intermitente.
pero quién puede ser presente?
he aquí la pregunta por el ser, que en sí misma ya excluye. el ser es también intermitencia.
barthes nos hablaba de la lectura como eso que ocurre cuando levantamos la cabeza de la linea del texto. es un cruce entre lectura y escritura, pensando como partes de un mismo movimiento. no podría citar porque el libro lo presté. en definitiva, ese préstamo es la intermitencia, y a su vez, sin tener el texto, continúo leyéndolo. eso es también una cualidad del ser.

sin embargo quería hacer el siguiente razonamiento, con respecto a la ironía, que no es otra cosa que lo dicho sin decir. la ironía exige un viaje de ida y vuelta, y en ese regreso, que nunca es al punto de partida porque este ya no es, en ese regreso se despoja de todos sus ropajes y nos los deja en concesión, digamos, la ironía nos arropa en su regreso.

el texto sigue

No hay comentarios.: