jueves, noviembre 08, 2012

éramos tan pobres

Éramos todos tan pobres, éramos la misma miseria. Eso era la pobreza, lo que te digo, pibe, levantarte a la mañana y tener que comer el pan del día anterior. La vieja me mandaba al almacén que estaba a la vuelta de casa, el almacén de Ñato Gauna, pero mamá le decía Don Santiago. Mucho tiempo después, jugando con unos vecinos, me enteré que en el barrio era conocido como el Ñato y que había sido cantor de tangos para una orquesta típica, cuando había sido joven. Ya para la época que tenía el almacén estaba grande y no tomaba más alcohol ni merca, levantaba seis bidones de leche en un solo viaje con las dos manos. Él decía que tenía orígenes vascos, qué sé yo. Yo iba al almacén, compraba un sachet de leche, trataba de llevar la del cotar, porque era leche buena, de confianza, y no nos daba para la serenísima, que era de mejor calidad. La de cotar tenía publicidad en la tele, así que estabamos seguros que por lo menos adentro del sachet había leche, viste. Y llevaba unas galletitas. Y le decía "Don Santiago, por favor me lo anota a la cuenta de mi madre". Era una canción que resonaba en todo el almacén, todo el mundo decía lo mismo "me lo anota don Santiago".  Parecía la canción esa de Fray Santiago dormevú, pero con la letra cambiada. Y salía disparado del almacén antes que don Santiago terminara de anotar en una libreta de tapas negras, toda sucia con manchas de grasa, la compra. La libreta era una extensión más del almacén, la caligrafía del tipo, la pude observar, reflejaba el orden exacto del almacén. Había hecho hasta sexto grado, lo que antes era la primaria porque existía primero superior y primero inferior. Escribía las b larga y uno se quedaba mirando la pila de damajuanas de vino, mezcladas las vacías con las llenas, que ocupaban medio local. "El jueves viene el del vino", decía a los clientes más de su confianza, "dice que me trae unos vino impresionantes de la comarca del Guaymallén".
Te juro pibe que se hablaba así antes. Nada de vamo pal monte ni qué sé yo de los yuyos. No, antes era todo así, pradera, comarca, navidad. Eran palabras que resonaban en las paredes, de más de 3 sílabas. La gente hablaba cantando, vos vieras. Cuándo se perdió eso, no lo puedo recordar, pero probablemente al mismo tiempo en que dejamos de ser pobres empezamos a hablar de otra manera. O no, a lo mejor fue antes, cuando nos dimos cuenta que éramos pobres, y que podíamos elegir seguir siéndolo o no. No sé, éramos tan pobres.
El almacén tenía verdulería, pero además tenía una heladera que contenía provisiones de carnicería. A las 11 de la mañana no quedaba nada en esa heladera. Es que la gente, por comodidad, prefería pagar unos pesos más al Ñato a fin de mes que pagar más barato en la carnicería. Y ahi se vendían, qué sé yo, churrascos, chorizos, de todo. Pero lo mejor eran las aceitunas. El tipo tenía un mostrador en donde había dos frascos gigantes: uno de aceitunas verdes y otro de aceitunas negras. Era de ver, llegaba el verano y a la tarde hacían cola para comprar el porrón y las aceitunas. Y después tenía en otra mesa otros condimentos para la picada. Nosotros éramos pobres, comíamos los palitos, viste. Eran más baratos, qué sé yo, rendían más. Era el paraíso, el almacén de don Santiago el Ñato Gauna. Recuerdo el cedro de las estanterías, lo veo en mi memoria y te diría casi que lo podía tocar. No sé si era cedro o nogal, pero de cualquier manera, era una madera que no teníamos en casa, y la madre una vez creo que dijo "qué hermosas estanterías de cedro Don Santiago", creo que se refería a las estantes del local, no se iban a referir al mostrador del banco. Por cierto, el banco llegó al barrio un día. No se entendía bien para qué, si éramos todos tan pobres. Enseguida nos dimos cuenta de para qué, para que vayamos más seguido a pagar las cuentas. No entendí nunca a dónde pagaban las cuentas antes los viejos, antes de que se instalara el banco. En la esquina un día pusieron un tinglado, al lado del quiosco. El quiosco de Jorge siguió funcionando lo más bien, haciendo caso omiso de lo que pasara. O al menos a nosotros no nos decía nada, porque éramos tan chicos y tan pobres, pero capaz que a algunas clientas del quiosco les contaba que había estado averiguando. Pero qué le podría decir un simple tipo que está poniendo un tinglado. Nada, naranja fanta. Jorge y Don Santiago el Ñato Gauna habían sido muy amigos, en esa época mantenían una relación cordial, pero nada más, apenas unos saludos y una breve charla, y ya el Ñato empujaba el carro para el almacén. Algo había pasado. "No" decía uno que vivía justo frente a casa nuestra, el Gomez que se las sabía todas, "no, qué va a pasar, no pasó nunca nada, Jorge es así nomás". Parece que el quiosquero Jorge era un poco ciclotímico capaz, y un día se hacía mejor amigo de uno y después mejor amigo de otro, y así le pasaba la vida, cambiando de mejor amigo. Pero no, yo siempre sospeché que algo había pasado y lo pude confirmar recién años después, ya grande, en un asado con amigos, cuando uno contó la que le hizo el Ñato al Jorge, en un baile. Y había sido enriedo de pollera nomás, pero algo muy sencillo, muy leve, algo que pasa en todos los bailes: a dos amigos, lo más probable es que les guste la misma mujer. Y esta era, se ve, por las descripciones, una mujer de verdad. Rica, bien puesta, bella.
La cosa que el tinglado era un banco al final. Sucursal del banco de la república delnoséquédondemeacuerdo. Como si te dijera, un banco Galicia trucho. En una época el banco Galicia se había puesto a abrir sucursales por todas partes, después las cerró cuando se dio cuenta que tenía mucho riesgo poner sucursales en barrios de gente pobre, para cobrarles la luz, el gas, el agua. Nunca te daban crédito, y si te daban era con unas tasas, un magnífico juego de té del mil porciento. Te culeaban parado. No sé cómo hacían, pero éramos tan pobres que vos una vez preguntabas y ya te había abrochado, sin firmar. Esa era la impunidad a la que se había llegado. Era como ir a lo de Gauna y preguntar por el precio del paquete de merengadas y aun si decidías no llevarlas el tipo te las anotara en la libretita. Una persecusión monumental.
Bueno, capaz que exagero con lo del banco, pero no fue una buena época la que el banco se instaló en la cuadra. Después, mucho tiempo después, luego de que pasaron cinco gerentes, vino uno que realmente dio en la tecla, un gerente que valió la pena y jugó a favor del barrio. Gracias a las actuaciones del gerente se empezaron a hacer obras en el barrio de suma importancia. Mirá lo importante que habrá sido el tipo que llegó a ser secretario de no sé qué finanzas del municipio. Después lo agarraron con un palo de escoba en el culo, nunca se supo si era puto o si lo habían atacado por hacer mal una cuenta, pero el tipo desapareció. Y dicen las malas lenguas a las que no pienso dar crédito (porque si a alguien hay que darle el crédito es al gerente del banco), es que parece que se metió con el narcotráfico.
Qué te pensas, que no había narcotrafiquismo. Siempre hubo. En el barrio había, solo que los pibes no nos dábamos cuenta de nada, nos escondían la verdad de lo que estaba pasando. Pero bueno, más allá de eso, éramos tan pobres, pero éramos gente de bien, no nos mezclábamos con esa gente, que capaz que vivía ahi, a un par de casas, pero te dabas cuenta, porque siempre llegaba alguien en moto. Y además, bueno, se la daban de gente bien, pero todos los sábados había fiesta. Un sábado a la tarde, en el almacén del Ñato, estaba comprando la cotar y llega Margarita, la vecina de la fiesta, y la escucho "hoy se nos adelantó el festejo" decía, y empezó a hacer el encargue, que el Ñato ya conocía casi de memoria, pero se ve que era como un ritual que terminaba con que el Ñato le alcanzaba toda la compra hasta la puerta de la casa. No sé cuántas botellas de cerveza, picada, palitos, chizitos, lupines, huevos para hacer torta, huevos para hacer huevos fritos, pan, remolacha, lechuga y tomate, mirá, qué te digo, mil cosas. Era una fiesta eso prácticamente. En un barrio en que la gente es tan pobre, eso está mal visto. Y bueno, no está bien. Era un barrio complicado, era gente pobre, gente humilde, gente laburadora. Era gente como uno, ya te dije, hasta que llegó el banco un día, y trajo la calamidad, por lo menos hasta que llegó ese gerente que fue un respiro para las madres. Pero mientras tanto, el barrio pobre era cada vez más pobre, y los pobres éramos tan pobres. Imaginate que yo jugaba a la pelota con las mismas zapatillas con las que mi mamá me mandaba a ir a la escuela o a la misa, o a esos lugares. No tenía otras zapatillas.

No hay comentarios.: