sábado, septiembre 04, 2010

el camino como metáfora

"ay qué camino tan desparejo
la angustia cerca y mi niño lejos"
tristeza


Días atrás tuve la posibilidad de ir a un acto de entrega de diplomas a ciertos graduados de cierta facultad entre los cuales mi hermana, feliz y campante, recibiendo su papel más valioso, el que remeda de alguna manera un sacrificio y el valor de un auténtico desafío finalizado en éxito.
Estaba repleta de gente, la iglesia, era en una iglesia. Tomó la palabra una persona y luego habló otra persona más. Por suerte no se entendía absolutamente nada. Desde que agregaron los parlantes a las iglesias es que han perdido el sentido esas grandes construcciones arquitectónicas que por fuera representan la grandeza y por dentro estaban preparadas para que la voz del orador llegara claramente a cada rincón.
Qué imbéciles pensé. Perder el tiempo en pajerías. Pensaba en realidad en el palabrerío inútil que se dice en este tipo de acontecimientos, y no porque no sean sinceros al hablar, sino por la falta de creatividad y de oficio de oradores (que hasta los curas han perdido, lo comprobé ahi mismo), usar una oportunidad única de hablar en público para decir esa nadada de nada, eso es un desperdicio que a esta altura de la vida y de la historia del mundo y del universo es imperdonable. Debería escribirlo con mayúsculas, pero esa grafía desbocada arruinaría lo que quiero decir.
Sin embargo, y ahora viene la calle que abro, la ruta que quiero seguir para ir a donde quiero ir, habló una de las laureadas. Utilizó un lenguaje básico, como cabe a cualquier egresado de la universidad en una carrera tradicional que todavía no están posibilitados de alcanzar el correcto uso de ciertos adjetivos. Así y todo, debo reconocer, lo hizo con ahinco, esperando conformar a las masas, como buscando aprovar su último examen para merecer definitivamente el diploma de nunca reprobada que lucía por el pasillo minutos más tarde.
La señorita, tuve la suerte, me dejó pensando en algo antes de que transcurrieran 40 segundos de comenzado el discurso, por lo tanto no voy a poder resumirles lo que dijo, aunque estoy casi seguro que no dijo nada serio. Sí creo que me desconcentró de mis pensamientos cuando dijo mamá y papá, y definitivamente tuve que optar por pensar que era un discurso que bien le cabía a un egresado de jardín de infantes y que por fortuna seguiremos teniendo profesionales más preocupados por el éxito personal que por la veritè de la milanese.
En fin, a lo que voy, la señorita utilizó la siguiente metáfora (y ya lo digo para terminar de cuajo con mi maldad y pasar a la parte romántica de mi lado bueno y aristocrático): "el camino que hemos finalizado..."

paf paf

a este camino
ya nadie lo recorre
salvo el crepúsculo




por qué, me pregunto, considero, algo me hace pensar que es la metáfora fácil y trillada. Por qué tener que usar siempre la misma metáfora, digo. La carrera, el camino. Es verdad que habla de un recorrido, innegable. Yo sugerí, horas más tarde en mesa familiar, el uso de metáforas nuevas como "este fuego, esta bebida del conocimiento, o este televisor que ahora puede ser disfrutado (fue lo primero que tuve a la vista mientras buscaba alguna palabra que no significara nada más que su llana nada, y el tele me saludaba, estábamos en un bar y lo tenían encendido con el partido de banfield y velez que terminó 1 a 0 por la copa sudamericana).
Sin embargo tantos han usado el camino como metáfora. Y justamente por eso creo que está trillado, demasiado usado.

Nel mezzo de cammin della nostra vita
mi ritrovai in una selva scura
che la diritta via era smarrita...



El camino tiene connotaciones largas y estrechas. un sendero que siempre va, porque aun cuando vuelve (no te olvides que el camino es pa'l que viene y pa'l que va) va.
siempre va.
Es un trazado que no gira nunca, que sirve al desplazamiento, demarca un espacio que lleva de un lugar preciso a otro lugar preciso. Como si se pudiera llegar a algún lado. pero un camino implica movimiento, implica andar.
No se puede estar al lado del camino. Es vago e inútil, para algunos, es peligroso para otros. muchos eligen estar en ese lugar, yo no lo elegiría porque siempre estoy moviendome, yendo de un lugar a otro.
dicen los profesores que el comercio renació en la edad media gracias a estos seres vagantes que reconstruyeron los caminos romanos que habían desaparecido. Eran mendicantes que iban de comuna en comuna solicitando la bondad de los señores feudales. Llevaban y traian noticias de un lugar a otro, hasta que comenzaron a llevar y traer cosas de un lugar a otro.
Los mendicantes de la edad media fueron los primeros banqueros, fueron la pequeña burguesía luego.



Ma che cammino. La strada de Fellini, la vida de artistas de la calle. se vive en la calle, que ama en la calle: la casa es el camino. Se muere entonces, ahi, donde se debe morir.

voy a tender ropa ahora.


Por el camino de Swann es perfecto. Se refiere a una metáfora que no es una metáfora, es sencillamente un camino que atraviesa la campiña francesa. La metáfora refiera posiblemente a que el narrador va a comenzar contando la historia que lo ocupará el resto de su existencia en este mundo y que ha elegido hacerlo hablando de Swann. La explicación que él mismo da a la metáfora es mucho mejor y clara: es una explicación para la cual bien se toma doscientos folios en hacer.
Elogio del resumen: un hombre trata de explicar su vida para lo cual debe rememorarla. Un acto reflejo al hacerse conciente lo remite al tiempo de su infancia en Combray, el lugar en donde vivía su tía que en realidad era su tía abuela soltera que dejaría a sus padres la herencia de una fortuna y un título nobiliario que lo vinculará a un grupo selecto de personajes de París de fines de siglo XIX. El niño, aunque propenso a la enfermedad, gusta de pasear, pero solo dos recorridos pueden hacerse en la campiña: uno es el camino que lleva al castillo de los Guermantes, señores del lugar, y el otro es el que va por un largo recorrido y que pasa frente a la casa del señor Swann, pariente de aquellos. Un día, pasando justamente frente a aquella casa, conocerá el amor, motor de la narración. El objeto de tal sentimiento se llama Gilberta, una mocosa bocasucia que tiene lindos ojos y que lo hará sufrir, mucho tiempo después, y es la hija del señor Swann.



Ese camino
no es una metáfora
salvo por Proust.

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