viernes, marzo 13, 2009

me acuerdo del dani


Me moriré en París o en el carajo
un día jueves o, si no, un domingo
en un bulín que está, si no le chingo,
cerca del Rin, el Paraná o el Tajo.

Espicharé a la gurda y no me rajo:
quizás tendré una cacharpaya en gringo
y allí el Jorge, y el John, el Paul y el Ringo
tocarán... si andan flojos de trabajo.

Será un velorio piola; tendrá gancho...
Alguien dirá: “fue un punto divertido”.
Alguien, también, me llorará a lo chancho.

Y Alguien, que llegará sin hacer ruido,
silenciará a los Beatles, lo más pancho.
Y yo me iré con él. Con el Olvido.


Diógenes Jacinto Giribaldi nació en Nueva Pompeya en abril de 1930 y murió el 2 de noviembre de 1984. Hacía ganas de morir. Llovía, escribió en una oportunidad. Y llovía el día de su muerte.Fue agrónomo, bailarín de tango y periodista, además de poeta. Se autodenominaba el peonacho y el trompa de la rima. Publicó sus poemas en Agua reunida, Bien debute y a la gurda y La construcción del laberinto.Su versión lunfarda del clásico de Cervantes, Milonga de Don Quijote, es una de sus obras más secretamente recordadas. Además, dejó varias novelas inéditas, prolijamente encarpetadas. Era un soñador, un bohemio, y reflejaba la vida porteña a veces con humor, a veces con crudeza, y casi siempre con ironía.Sonetos mugreEn 1966 Giribaldi publicó sus Sonetos mugre, siete series de siete, precedidas de un soneto que sirve de presentación. Yo elijo el lunfardo como lengua literaria, afirmó alguna vez el escritor.Tuve también mis buenas; pasé el trapo/ en más de un entrevero carpetero./ Siempre que escuché envido/ canté quiero./ De confiado nomás, nunca de guapo, decía Giribaldi en una de las estrofas de El mangazo...

Diógenes Jacinto Giribaldi, recordado autor de poemas lunfardos, nació en Nueva Pompeya en abril de 1930 y murió el 2 de noviembre de 1984. Fue agrónomo, bailarín de tango y periodista, además de poeta. Publicó sus poemas en "Agua reunida", "Bien debute y a la gurda" y "La construcción del laberinto".
Su versión lunfarda del clásico de Cervantes, Milonga de Don Quijote, es una de sus obras más recordadas. Además, dejó varias novelas inéditas, entre ellas una titulada "Quilmes tomadas en los jardines de Flores".
En 1966 Giribaldi publicó sus "
Sonetos mugres" que terminó siendo su obra más reconocida. El mendocino Marziali -que también fue periodista y compañero de redacción en "Crónica" de Giribaldi- ha hecho varias adaptaciones de textos del poeta, entre ellas "El velorio" una parodia del poema clásico de César Vallejo.
Una interesante evocación de su figura la encontramos en el texto leído por el poeta Antonio Requeni en su incorporación a la Academia Nacional de Periodismo, en relación al vínculo entre poesía y periodismo:
"Algunas noches, poco antes de las 12, sonaba el teléfono del escritorio que compartía con Calvetti y uno u otro oía la voz de Daniel Giribaldi que, parafraseando el verso de Rubén Darío, exclamaba: “¡Torres de Dios, poetas!”. Daniel Giribaldi era periodista de “Crónica” y autor de magníficos sonetos lunfardescos. Cuando nos llamaba a esa hora era para darnos cita, un rato más tarde, en un bar infecto-contagioso de la Avenida de Mayo, junto al restaurante Pedemonte. Más de una vez nos encontramos allí, al terminar nuestros respectivos trabajos. Giribaldi, Calvetti (Jorge, el poeta jujeño) y yo, juntos con otros dos periodistas de “La Prensa”: José Luis Macaggi, autor de un Diccionario Gardeliano, y Hernán Giménez Zapiola. Nos servían sendos vasos de vino y unos platitos con porciones de tortilla o fiambre. Yo, el más virtuoso, tomaba solamente el vaso de vino, o medio, y al rato me despedía para regresar a casa mientras los compañeros seguían “hasta altas copas de la madrugada”.En su vida exterior, Giribaldi jugaba a parecerse a lo que en porteño llamamos un “reo”. Tal vez lo fuera de verdad. Recuerdo una medianoche de invierno en que la niebla invadía una Avenida de Mayo despoblada y fría, casi fantasmal. Caminábamos con nuestro amigo en dirección al bar cuando una prostituta, desde la vereda de enfrente, lo saludó con el brazo levantado: “¡Chau Giribaldi!”
Giribaldi murió en 1985, a los 54 años, y como correspondía en él, de una cirrosis hepática. Como poeta, encontró en el lunfardo la mejor manera de expresar su talento. Un lunfardo a ratos metafísico, con el que acertó a transmitir no sólo una visión entre crítica y humorística de la idiosincrasia y las costumbres del hombre de Buenos Aires, sino sus propias preocupaciones existenciales y hasta sus inquietudes religiosas. Hombre de extensa cultura, gran lector de Quevedo y traductor de Baudelaire (él lo llamaba Carlitos Baudelaire), vivió para la noche, las copas y los amigos, y para servir a la poesía, esa diosa cuyo resplandor, según Calvetti, también alumbra la noche de los bodegones. Y como servidor que era, se consideró, humildemente, menos poeta y periodista que artesano de la palabra. Con el soneto titulado, precisamente, “El Artesano”, de “Bien debute y a la gurda”, libro que tuve el privilegio de presentar una noche en “El Viejo Almacén”, quiero poner término a esta charla un tanto deshilvanada sobre poetas y periodistas.
El soneto de Giribaldi comienza con un juego paródico en el que imita los versos iniciales de una famosa composición de Darío: “Yo soy aquel que ayer nomás decía/ el verso azul y la canción profana...”. Giribaldi escribió:
“Yo soy aquel que ayer nomás batía/ el verso mugre y la canción ranera./ El que casi amasija a una mechera/ que el mate cebó con agua fría.// El que quilombizó la taquería/ la vez que cayó en cana en la tercera,/ cuando escribió en una pared fulera:/¡Quevedo volverá! La Poesía...// El trompa y el peonacho de la rima,/ el que apiló palabras a destajo,/ el que en la viola fue bordona y prima.// Y al fin de su jornada de trabajo/ siente que el mundo se le viene encima/ y canta un mundo que se viene abajo” .
Textos extraídos de la web

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