martes, julio 15, 2008

la mar en coche

siempre estuvo mal visto el latifundio, pensaba mientras se llevaba una manzana a la boca. el latifundio suena a látigo y el látigo a serpiente, mientras tiraba lo que quedaba de la manzana que había podido comer a mitad porque estaba en partes podrida. la había comprado días atrás en el mercado callejero, por el que siempre pasaba caminando, una vez por semana, los jueves, cuando iba para el negocio de pablo en el que hacía algunas horas para ganar un dinero extra. las manzanas siempre estaban bien, pero él siempre se tardaba en comerlas. lo mismo le pasaba con las naranjas, pero no con las bananas que eran fáciles de pelar. qué buena tarta de manzanas, pensó, hacía mi madre. ella no sabía de latifundios, trabajaba sin cesar, decía el narrador, cuando contaba que la madre había hecho tantas cosas en su vida que nunca había llegado cansarse de nada. era una persona feliz, o al menos se demostraba así, aunque todos supieran que cada tanto se escondía para que no la vieran llorar. porque, qué persona en el mundo puede ser feliz todo el tiempo? eso no existe. pero se puede disimular. para eso mucha gente estudia teatro, para poder disimular las emociones.
él se emocionaba cada tanto y compraba unas manzanas que se terminaban por pudrir en la heladera. esa misma manzana, la de ese día particular, no estaba del todo podrida porque alcanzó a verla justo a tiempo, durante la mañana, después de desayunar. la sacó del lugar donde guardaba las manzanas y la puso a la vista mientras continuaba trabajando sobre una maqueta que reproducía el casco de una estancia. era un trabajo que venía haciendo esa semana para un pequeño o mediano latifundista que quería restaurar el edificio que habían construido sus abuelos cuando estaban recién llegados de irlanda. el había oido las palabras "reparación histórica" del latifundista y había sonreido porque entendió que el tipo no sabía hablar muy bien. siempre había sido muy humilde a pesar de no ser pobre. porque si bien se había tenido que conformar con ser un pequeño o mediano productor, nunca había sufrido el peso de tener que vender para sobrevivir.
la maqueta le estaba quedando preciosa. a la casita más grande se le corría el techo y se podían ver los detalles del interior. todo había sido calculado a la perfección. después de trabajar cinco horas ese día tomó la manzana y salió hacia el otro trabajo. al día siguiente tendría que comenzar la obra de pintura de la maqueta. pero en el otro trabajo tendría que atender el teléfono ese mismo día y se puso a pensar que no quería atender ese maldito teléfono. mordió la manzana y pensó si el latifundista no le daría algún otro trabajo para no tener que atender el teléfono nunca más. ahi no se dió cuenta pero empezó a pensar que cuando era un niño iba mucho al campo, y ahi, pensaba, era el único lugar del mundo donde la tierra no terminaba nunca, ni zozobraba.
prefería los sembrados de girasol, eran como caras que parecían que lo miraban a uno, pero en realidad estaban concentradísimas en mirar al sol.

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