sábado, febrero 02, 2008

elogio del exilio

por J M L J
Tengo una pierna mocha que es una frustación, un fraude, un gen mutado, el sostén del fracaso. Tengo una pierna que es de otro, de un cuerpo ajeno, o quizá solo tenga la pierna, yo soy mi pierna y soy mocho, mi humanidad machucada, dolorosa, insoportable.
Tengo una pierna que es un síntoma, del desamor y el desapego, del lívido impulso de vivir, del deseo rengo.
Mi pierna estorba y acusa, persigue y se arrastra y no me deja en paz. Que más quisiera que olvidarla, perderla en el camino como se pierde el miedo de la primera vez.
Quisiera mi pierna fálica, testaruda, sagaz y pertinente. Nunca abusadora, más siempre dispuesta.
Quisiera caminar en tres patas, pero tengo una mocha y es un intento vano.
Usaría mi pierna de sombrero, de taparabos, de palo de golf. Me cambiaría las piernas de lugar y caminaría hacia otro lado, o para atrás, pero mirando de costado.
No sería jamás antropófago, ni os diría “comed, carne de mi carne”, pues sabría harto mal.
No la obsequiaría ni la donaría a la ciencia bajo el riesgo, la calamidad de que otra alma la posea. Funesto cuerpo que arrastra perversa pierna no puede tener más que destino amargo o heroicamente danzaría en un solo pie.
Esta incertidumbre de pierna es una vergüenza, un enjambre de poco coraje, un resto de no sé que. Es un llanto, algo que se fue.
Me toco la pierna y agradece, el infrarrojo de las pupilas gastadas no detectan la presencia del enemigo, no sospechan nada, se emborrachan ante el primer sudor. Elástica, me da la vuelta al cuello y presiona, cruel, mutilada, castigada del ayer, del paso mal dado, del puntapié inicial.
Es sin duda, la prueba irrefutable, el fiasco primordial, la añoranza de salubridad. Es la parte que contamina al todo, el planeta fuera de órbita, el crimen imperfecto, la mujer equivocada.
Es volver a comenzar siempre y con el mismo dolor.

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