miércoles, enero 03, 2007

gasoil

en la pampa húmeda los autos van a alta velocidad. a mil kilómetros por hora si quieren. lo que pasa es que ahorran combustible. la gente en la capital no se cuida, porque todo el tiempo ve que la otra gente no se cuida y dice: ah, si aquel no se cuida, entonces yo tampoco. pero en la pampa la gente no se ve, entonces es como que todos son ecologistas.

en la pampa los autos se apean cada vez que ven a alguien que necesita ayuda. los habitantes de la llanura pampeana son seres además de caritativos, muy buenos, y muy macanudos. y de yapa te charlan. después, ya todos saben que se va a acabar el petroleo algún día, y se huelen algo. como saben que los autos no van a servir más, muchos están restructurando los viejos sulkis, y hasta los están preparando para correr carreras. son muy veloces, los hay tirados por uno, dos y tres caballos. los de cuatro caballos son los coches fúnebres, por eso nadie quiere subir en ellos. pero después están los de seis y ocho caballos, que también son usados como colectivos, y ya se están preparando para volver a sacarlos a la calle en el 2019, cuando el petroleo sea un viejo sueño. no ven otra salida, en la pampa. dicen que eso de que el agua y que el sol y que la energía eolica es toda una farsa. dicen que los molinos sólo alcanzan a dar electricidad a unas cuantas familias, pero que los automoviles son una cosa anticuada, del pasado. las cosechadoras incluso ya se están empezando a mover con una nueva tecnología: basado en el motor a vapor inventaron la cosechadora maquina de reciclar. en ella se queman desechos que hacen funcionar el vehículo y al mismo tiempo desaparecer en la atmósfera cosas que no sirven para nada, como por ejemplo los libros para niños, etcétera.
mientras los sulkis se van poniendo de moda, los autos siguen viajando, consumiendo los últimos requechos de nafta que se pueden encontrar en las diferentes estaciones de servicio que el estado tan benefactor como siempre distribuye a lo largo y a lo ancho del territorio nacional para que todos podamos seguir comunicados desde la puna hasta buenos aires, desde lo alto del aconcagua y bajando por los viñedos y pasando los rosedales, hasta buenos aires, desde el glacial patagónico, pasando por el avistaje de ballenas, hasta buenos aires, desde el punto cúlmine de la más grande catarata de iguazú, bailandose un chamamecito, saludando el bosque chaqueño y a los folcloristas tucumanos, hasta buenos aires, arrastrándose por toda la llanura más llana de la mismisima pampa húmeda, orgullo de nuestro país, productora de carne para ocho paises y en simultáneo, y doce millones de quintales de soja que van derecho a los mercados mundiales sin siquiera ser olida por toda esa mugre que vive en la periferia de las ciudades, hasta buenos aires.

el otro día, como era navidad, o fue después, pero fue antes de año nuevo, pasó algo, que suele pasar, en esas épocas. un sulki, de bastante último modelo, tirado por un caballo, bayo, y otro que era un alazán, transportaba, por una de nuestras dichosas, y por qué no lactánticos, rutas argentinas, a tres personas, ya que no cuatro, porque el cuarto, efectivamente, tenía fobia a las más altas velocidades. los otros, que se habían envalentonado, como siempre, con dos copas de el más refinado champan irlandés, y, por que no, chileno, salieron en busca de quijotescas aventuras. armados hasta la médula espinal, fueron a la caza del chancho pascual, para festejarle la llegada el año venidero, fiesta que sucedería en los días sucesivos. el chancho, que se criaba locamente por las laderas de la más extensa de las llanuras de la pampa húmeda, que es muy húmeda sobre todo cuando llueve y eso moja el pavimento y pone en peligro las vidas de los que transitan en busca de aventuras, los estaba esperando. el chancho no estaba sólo, efectivamente, estaba acompañado de otros chanchos que harían mucho más fructífera la aventura de la caza a lo salvaje. incluso, el chancherío, ya que chiquero suena muy industrial, estaba especialmente embarrado para decorar el abordaje de los ilustres cazadores. luego de obtenido el premio al que con mucho esfuerzo encontraron tras horas de búsqueda en el lugar indicado, brindaron nuevamente por lo venidero y por la alegría de saber que un cerdo cocinado típicamente a la manera de la pampa húmeda, engalanaría las mesas una vez más. pero no sospecharon, no pudieron, acaso, imaginar, la tragedía que los sobrellevaría. el sulki, en el que transportaban sus felices cuerpos, los vasos que minutos antes rebalsaban de savia de la vida, y los cuerpos ya inertes de los premios concedidos por el cielo estrellado de la pampa, cuando transitaba a altas velocidades, embistió sin querer a un auto que transitaba también y perdió el control, ya que en materia de seguridad ese tipo de vehículos es ya caduco. se la pusieron, más claramente hablando. todos fallecieron inmediatamente, excepto uno de los ocupantes del sulki, que luego de haber sido trasladado al hospital más cercano se encontraba en grave estado, herido hasta la médula, donde justamente llevaba las armas.
no sabemos cómo termina la historia de este héroe, un héroe más del mar de las pampas. y no importa el final. lo importante aqui es rescatar la moraleja: no mezclar es mejor. para los autos los caminos vecinales, para los sulkis autopistas.

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