martes, noviembre 28, 2006

la naranja se pasea

Nunca fui al teatro. Miento. Fui una vez. Miento, fui muchas veces pero es como si no hubiese ido nunca, porque nunca entendí nada. Siempre salí del teatro con la sensación de que no entiendo nada, no entiendo bien. Es una incapacidad. Con la música complicada me pasa parecido, pero la disfruto más. Debo decir que sí, que la música debe entenderse, o al menos eso me han hecho creer los entendidos en el tema. Porque la música cuando se escucha no sólo genera un disfrute, también se ve que llama a la reflexión sobre el objeto musical y yo no conozco el lenguaje. A mi me gusta disfrutarla, no voy a decir que no. Y al teatro me encantaría disfrutarlo, pero creo que se debe a la no formación sopbre el tema. Si me preguntan sobre qué sé, o sobre qué entiendo, no puedo responder sobre nada. Quizás sobre escultura en madera. Pero no sé hacer nada, sólo puedo decir si algo está bien hecho y por qué, pero sólo se limitaría a una opinión. Sobre una novela? No creo. No tengo mucho que decir sobre las novelas. Me gusta o no me gusta, de gustibus non disputandum est. Tal vez sobre un autor en particular. A mi me pasa que cuando me fascina la escritura de algún escritor particular tengo la certeza de que otros trabajos del mismo van a generarme un placer comparable. Y tengo el gran y oscuro prejuicio que mis contemporáneos no pueden alcanzar a provocar eso que me provoca la lectura de los clásicos. Y claro, los contemporáneos son tipos que están acá, ahora hic et nunc, y se cruzan conmigo en la calle, y me saludan y se toman un café conmigo, y los conozco, y es imposible, es imposible que alguien tan cercano pueda generar algo tan parecido al extrañamiento, pueda escribir algo que me absorba de manera tal que lo disfrute a más no poder, hasta el sueño.

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