lunes, julio 03, 2006

ejemplo de un "no" elegante

Me tiro un centro y lo cabeceo.
No sé si te conté de Luis. Un amigo de un amigo, como debe ser. Yo llegué a conocerlo personalmente, lo vi una vez. El tipo era un escritor a punto de ser famoso, porque había escrito un libro que en realidad era un ensayo sobre la obra de un poeta llamado Orlando Canucci, intelectual pesarense conocido por sus dos novelas policiales. En realidad era poeta pero no había escrito una poesía en su vida, decía que le decían el poeta, pero no tenía nada de poeta, ni siquiera llevaba una vida de poeta, pero si una vida ejemplar. Este Luis se había hecho amigo y escribió ese ensayo que fue publicado y hasta llegó a vender muchas copias, pero en seguida lo retiraron del mercado porque el papel era de tan mala calidad que se le borraban las letras mayúsculas. Incluso los ochocientos compradores de la primera tirada fueron obligados a devolver las copias. Una buena cantidad de ellos, alrededor de setecientos la devolvieron sin chistar, hubo incluso quien solicitó un reintegro mayor al debido amenazando con un juicio por daños y perjuicios. El resto no quería devolver, pero antes de pasar por amenazas la editorial se encargó de propagar una voz que decía que la edición de tal libro importaba una enfermedad infectocontagiosa.
Dicen los que saben que la casi fama de luis se debió a una pelea entre él y la editorial, algo que no se pudo resolver en la revisión del contrato, razón por la cual la editorial decidió cortar relaciones con el escritor a punto de ser famoso, quitándole la posibilidad de serlo. Además se encargaron de acaparar la opinión difundiendo chismes incorroborables acerca de Luis. Por supuesto que eso lo contaba él mismo, por lo que la incorroborabilidad es sospechosa.
Desde que abandonó el camino de la fama decidió que ya no quería ser famoso, y que tampoco quería ser escritor. Se dedicó al periodismo deportivo pero sin éxito: en una semana lo echaron de tres canchas de tenis porque hablaba en las tribunas durante el encuentro. Ni siquiera se trataba de partidos de trascendencia, sino de campeonatos locales. Luego del fracaso en el ámbito de la prensa divisó un buen futuro que barman acrobático. Tuvo la posibilidad de hacerlo por dos semanas, hasta que voló los vidrios de un local de renombre con una botella de don perignon. Sin titubear y sin abandonar el optimismo se vio obligado a traficar drogas pesadas por seis meses, para recuperarse económicamente. Decía que tenía muchos proyectos en mente. Cuando alcanzó cierta estabilidad detuvo el circuito del tráfico para invertir en la bolsa de valores de wall street. A la segunda semana las acciones que había comprado a ocho dólares cayeron a tres. Se dice que uno de sus viejos compradores de heroína tenía influecia sobre algunos números, pero él atribuyó el traspié a una operación que tenía que ver con la venta de una fábrica de armas fantasma que era la base de operaciones de un grupo terrorista islámico.
Sin dejar su buen humor, aunque algo resentido por las rachas de la fortuna, vio en este hecho que creyó cierto, una inspiración, como una epifanía. Leyó durante dos semanas el corán y realizó un retiro espiritual con un largo silencio, una semana entera sin cruzar palabra con nadie, leyendo el corán y tomando un vino berreta de la mala cosecha sanjuanina del noventa y dos.
Podemos decir que la verdadera inspiración vino después, cuando llegó a la última página del corán y no encontró lo que buscaba. Vendió el libro en cuestión por algunas monedas que le sirvieron para comprar una bicicleta con doce cambios. La consiguió a buen precio, en el mercado de rodados robados. No tuvo miedo porque en seguida se echo a andar. Consiguió recorrer casi tres mil kilómetros cuando pinchó por cuarta vez la rueda y la tuvo que cambiar. Había hecho varios amigos en el viaje, y estaba contento entre ellos, sobre todo a la hora de la cena, en que compartían un vino bastante mejor que aquel del retiro espiritual. Sin embargo eso no iba a durar mucho. Tuvo un traspié en la amistad cuando descubrieron que mentía demasiado. Contaba tantas fábulas que ya no se sabía qué era verdad y qué era mentira. Las fábulas lo incumbían a él. Por ejemplo dijo que había hecho un curso de enología con el ratón mickey y que ese vino que estaban tomando tenía un sabor bastante almendrado. Lo del ratón mickey no trajo sospechas, después de todo era verdad que ciertos ratones se dedicaban a tareas extras para llenar sus espacios libres, como por ejemplo el ratón perez que entre diente y diente se encargaba de la hacienda del campo de sus parientes, según contaba luis. Lo que trajo sospechas fue lo del sabor almendrado. Todo se resolvió cuando descubrieron que más que almendrado era frutado y que había estado un año en vasija de roble. Le dijeron en la cara “pero tu no eres enólogo”, a lo que él mismo respondió “y quién dijo que lo era”. Lo dejaron para siempre, sus amigos. èl mismo salió a defenderse diciendo que no son amigos aquellos que dicen serlo y después te abandonan de un día para el otro. Y agregó algo parecido a “sólo les importa el dinero”. A este punto no quedaría claro a qué dinero se referiría siendo que había perdido todo en la bolsa. Pero lo cierto es que Luis estaba por heredar una fortuna. Y eso fue lo que hizo, de ahi en más se dedicó a acaparar herencias. Como en una revelación se dio cuenta que el objetivo verdadero de su vida era el de ser rico. Se envolvió en un torbellino de negocios y más herencias y matrimonios fallidos con mujeres ricas y supuestamente ricas, algunas de edad y otras de otra edad. Así fue que el día de su cinquentagésimo cumpleaños pudo organizar una fiesta en un club privado a la que asistieron alrededor de ochocientas personas en estado de shock, ya que antes de la entrada era inevitable pasar por donde había habido una accidente de un camión contra un colectivo, en el cual habrían muerto tres personas y un perro. Un verdadero desastre. El perro era de raza, y de dos colores diferentes, y con la cola teñida de verde. El verde era fosforescente y de noche a veces se iluminaba. No siempre.
El cumpleaños fue un éxito a pesar de eso. Lo sé porque yo estuve con mi amigo que estuvo invitado pero no fue. Pero fue un éxito y mi amigo siempre se arrepintió de no haber ido. Luis me dijo que de haberme conocido antes también me hubiera invitado y que no importaba si yo no tenía ninguna herencia para dejarle, y que se estaba retirando del negocio. A decir verdad se estaba volcando cada vez más a la trata de blancas. Pero también beiges. Tanto se estaba volcando que se estaba por caer. El día que conversamos me pareció un tipo macanudo, para cada cosa contaba una anécdota y siempre tomaba como ejemplo la torre de pisa. Decía que se estaba volcando cada vez más y él sentía ese volcarse como un llamado del destino. Recuerdo que me dijo “no hay nada como estar fuera de la ley”. Creo que le respondí con algo como “la ley es tela de araña, citando al milonguero”. Si no me equivoco inmediatamente empezó a hablar de política, y de derecha y de izquierda. Dijo muchas cosas, y siempre tomando como ejemplo la torre de pisa. Recuerdo el gran momento en que después de tomar un sorbo de una copa semivacía dijo: “porque la torre de pisa se vuelca, a derecha o a izquierda, según de donde se la mire”. Y tenía razón. Después fui un minuto al baño y cuando regresé ya no estaba. No lo volví a ver, pero quedó la gran amistad. Mi amigo siempre me cuenta que lo ve, y que me manda saludos. Justamente la semana pasada me mandó saludos y dijo que tenía ganas de encontrarme y que fuera a verlo a su oficina donde iba a haber un vernissage por el día de la orticultura. Así es por eso que no puedo ir a tu casa a esa hora hoy, estoy comprometido de antemano, entendés. Pero qué te parece si nos encontramos la semana que viene? El miércoles si querés que no tengo nada agendado. Ah, no. Le miércoles justo no puedo, pero bueno, te llamo veo como lo puedo acomodar...

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