sábado, junio 10, 2006

pedacito (digamos cachito) de cielo

el mundial como evento no es más que un reflejo atrofiado de la confusión de sentimientos de nuestra época. pero somos mucho más que un resultado de la época. personalmente siento que tengo una particular añoralgia de la infancia, y hablar de mi infancia es hablar de otra época, anzi, de la década del ochenta.
cuando hago esa introspección pienso que lo hago porque debo tener como alguna cosa sin resolver. me ne frega resolver algunas cosas, aunque sé que si se resuelven podría llegar hasta vivir mejor cada momento de la época actual. creo firmemente que algunas cosas quedarán irreversiblemente así, digo, sin resolver.
en ciertos momento, hay aclaraciones que no deberían hacerse. el gesto es temperamental.

me acuerdo como estaba sentado ese día. no me acuerdo qué promesa hice ni a qué dios, cosa que debo estar pagando por estos días, si argentina le ganaba a italia. me acuerdo que estaba agarrado a un sillón, con las piernas cruzadas cuando pateaba argentina, con las piernas rectas cuando pateaban los otros. no me acuerdo muchas más cosas, pero si me acuerdo de los festejos, y de la gente que pasaba por la esquina de casa. y que estaban todos locos, y que como siempre que había esa clase de festejos yo miraba y sonreía, o bien me reía con la expresión de quien está alegre pero atento a no dejar caer los mocos. me acuerdo de esa picazón en la nariz. ese invierno que debería haber nevado, ese invierno que conocí la escarcha y la blancura. la ridiculez de los otros contra la ridiculez tan personal, tan particularmente mia, tan especial, de no poder hacer salir un sentimiento por la boca, de oficiar otra vez de espectador. todavía sigo, como aprendí ese invierno, apretando la mano fuerte y mordiendo. por no abrazarme con las paredes.

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