jueves, julio 12, 2001

giribaldi

extraído de "the absolut remiser"

Daniel Giribaldi, Sonetos Mugres, 1968

El llamado
Hacía ganas de morir. Llovía.
No había dónde ir. Daba pavura
la noche afuera. Y en el alma oscura,
la lluvia que caía y que caía.

Un fanfa batiría: “la hice mía”.
Pero no. Me mojé con tu ternura.
Cebaste mate. En la catrera dura
me ayudaste a llegar al otro día.

¿Hoy? Quizás el balurdo ya no funque.
Tal vez sus mates con tu yerba cebe
un dorima tarúpido y cualunque.

Pero hace ganas de morir y llueve
y quiero estar con vos. Mi telefunque
es tres siete, dos siete, siete nueve.



****

Yo soy aquel

Yo soy aquel que ayer nomás batía
el verso mugre y la canción ranera.
El que casi amasija a una mechera
que el mate cebó con agua fría.

El que quilombizó la taquería
la vez que cayó en cana en la tercera,
cuando escribió en una pared fulera:
¡Quevedo volverá! La Poesía...

El trompa y el peonacho de la rima,
el que apiló palabras a destajo,
el que en la viola fue bordona y prima.

Y al fin de su jornada de trabajo
siente que el mundo se le viene encima
y canta un mundo que se viene abajo”

***

Gatica muerto
LLenó el ring, cacheteando con holgura
a cuantos le buscaron el mamporro,
mostrando el tigre y escondiendo el zorro,
dura la mano y blanda la cintura.

Un día, lo encanó la mishiadura
(pavura por el lastre y el cotorro).
Baten que fue por culpa del atorro.
¿Para qué discutir? ¡No tiene cura!

Gatica se piantó, como Carlitos:
no hubiera estado bien que fuera abuelo
y sus nietos le dieran regalitos.

Después de todo, nos dejó el consuelo
de saber que en los cielos infinitos,
se faja con los ángeles del Cielo.

***

Malevo muerto

Ya le jugó a la muerte el desempate
y ya perdió, cantando p´al carnero.
Ya su puñal es briyo sin acero,
ya no importa el motivo ni el combate.

Su historia es la de un pulso que no late;
su gloria, un paraiso arrabalero
donde ronca un arcangel patotero
y un santo cachafaz le ceba mate.

No la va con las alas de querube;
él, que nunca en el barrio de las latas
soñó que iba a atorrar en una nube.

Y pasa, cachaciento, al otro verso,
donde Dios lo recibe en alpargatas
mientras le da manija al universo.


En la buena
A Julio Cortázar

Cuando vuelva a París y una franchuta
me dé alivio al bolsillo y a la pena,
desde algún puente escupiré en el Sena
y gozare el frescor de la viruta.

Libre del manyamiento de la yuta,
cargaré a maringotes: "¿mala o buena?"
En la Sorbona estudiarán mi esquema
y en diez mil ateliers, mi facha bruta.

Nunca me rascaré, ni aunque me ensarne,
pues viviré de ronga entre los tracas
y siempre en mi ganchera tendré carne.

Pero, gordas al fin las vacas flacas,
atorrando feliz cerca del Marne,
¡extrañaré la roña de Barracas!

***

"Daniel Giribaldi publicó “Sonetos Mugres” en 1968. Fue por editorial Sudestada, que por ese entonces ya había sacado “Las condiciones de la época” de Joaquín Giannuzi y “Las patas en las fuentes” de Leonidas Lamborghini. A pesar de un prólogo de Gobello y un epílogo más que laudatorio de José Barcia, la suerte literaria de Giribaldi fue mínima. Se lo recuerda todavía en Rosario, cuando un par de lectores aislados preguntan, muy de vez en cuando, qué pasa que nadie habla de él. Y es extraño, porque son un puñado de sonetos entrañables, sinceros, muy bien construidos. Sonetos en donde el lunfardo no viene a saturar la estructura clásica, sino a oxigenarla, a darle sentido. Varios poetas argentinos le entraron al soneto, pero unos pocos domaron esa fórmula. La musicalidad de Banchs, la aguda percepción de Wilcock y, sin duda, la entrañable voz ciudadana de Giribaldi". (texto sacado de "Al mar por naranjas")


***
Palabras de Antonio Requeni sobre Giribaldi
"... Algunas noches, poco antes de las 12, sonaba el teléfono del escritorio que compartía con Calvetti y uno u otro oía la voz de Daniel Giribaldi que, parafraseando el verso de Rubén Darío, exclamaba: “¡Torres de Dios, poetas!”. Daniel Giribaldi era periodista de “Crónica” y autor de magníficos sonetos lunfardescos. Cuando nos llamaba a esa hora era para darnos cita, un rato más tarde, en un bar infecto-contagioso de la Avenida de Mayo, junto al restaurante Pedemonte. Más de una vez nos encontramos allí, al terminar nuestros respectivos trabajos. Giribaldi, Calvetti y yo, juntos con otros dos periodistas de “La Prensa”: José Luis Macaggi, autor de un Diccionario Gardeliano, y Hernán Giménez Zapiola. Nos servían sendos vasos de vino y unos platitos con porciones de tortilla o fiambre. Yo, el más virtuoso, tomaba solamente el vaso de vino, o medio, y al rato me despedía para regresar a casa mientras los compañeros seguían “hasta altas copas de la madrugada”.En su vida exterior, Giribaldi jugaba a parecerse a lo que en porteño llamamos un “reo”. Tal vez lo fuera de verdad. Recuerdo una medianoche de invierno en que la niebla invadía una Avenida de Mayo despoblada y fría, casi fantasmal. Caminábamos con nuestro amigo en dirección al bar cuando una prostituta, desde la vereda de enfrente, lo saludó con el brazo levantado: “¡Chau Giribaldi!”Giribaldi murió en 1985, a los 54 años, y como correspondía en él, de una cirrosis hepática. Como poeta, encontró en el lunfardo la mejor manera de expresar su talento. Un lunfardo a ratos metafísico, con el que acertó a transmitir no sólo una visión entre crítica y humorística de la idiosincrasia y las costumbres del hombre de Buenos Aires, sino sus propias preocupaciones existenciales y hasta sus inquietudes religiosas. Hombre de extensa cultura, gran lector de Quevedo y traductor de Baudelaire (él lo llamaba Carlitos Baudelaire), vivió para la noche, las copas y los amigos, y para servir a la poesía, esa diosa cuyo resplandor, según Calvetti, también alumbra la noche de los bodegones. Y como servidor que era, se consideró, humildemente, menos poeta y periodista que artesano de la palabra. Con el soneto titulado, precisamente, “El Artesano”, de “Bien debute y a la gurda”, libro que tuve el privilegio de presentar una noche en “El Viejo Almacén”, quiero poner término a esta charla un tanto deshilvanada sobre poetas y periodistas. El soneto de Giribaldi comienza con un juego paródico en el que imita los versos iniciales de una famosa composición de Darío: “Yo soy aquel que ayer nomás decía/ el verso azul y la canción profana...”. Giribaldi escribió:“Yo soy aquel que ayer nomás batía/ el verso mugre y la canción ranera./ El que casi amasija a una mechera/ que el mate cebó con agua fría.// El que quilombizó la taquería/ la vez que cayó en cana en la tercera,/ cuando escribió en una pared fulera:/¡Quevedo volverá! La Poesía...// El trompa y el peonacho de la rima,/ el que apiló palabras a destajo,/ el que en la viola fue bordona y prima.// Y al fin de su jornada de trabajo/ siente que el mundo se le viene encima/ y canta un mundo que se viene abajo”



(*) Texto leído por Antonio Requeni en su incorporación a la Academia Nacional de Periodismo. Requeni también es miembro de la Academia Argentina de Letras.Nació en Buenos Aires en 1930. Su obra abarca el ensayo, la narrativa y la poesía.Entre otros poemarios publicó “Línea de sombra” (1986, Primer Premio Municipal de Poesía) e “Inventario” (1974). En 1984 obtuvo el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina (
sacado de Poesía El jabalí)


***
Clarín, 1 de noviembre de 1997

CON GUITARRA Y BANDONEON

Evocaron al poeta Daniel Giribaldi
Jorge Marziali y Susana Ratcliff cantaron sus poemas
Giribaldi escribió sonetos en lunfardo
A trece años de la muerte del poeta porteño Daniel Giribaldi, cerca de 150 personas se reunieron ayer en el auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional para escuchar el recital "Todo fue una broma", en homenaje al recordado autor de poemas lunfardos y de la novela inédita titulada "Quilmes tomadas en los jardines de Flores".
Desde las 19, frente a un público adulto en su totalidad, el cantautor Jorge Marziali interpretó una serie de poemas de Giribaldi, con el acompañamiento en canto y bandoneón de Susana Ratcliff.
Diógenes Jacinto Giribaldi nació en Nueva Pompeya en abril de 1930 y murió el 2 de noviembre de 1984. Hacía ganas de morir. Llovía, escribió en una oportunidad. Y llovía el día de su muerte.
Fue agrónomo, bailarín de tango y periodista, además de poeta. Se autodenominaba el peonacho y el trompa de la rima. Publicó sus poemas en Agua reunida, Bien debute y a la gurda y La construcción del laberinto.
Su versión lunfarda del clásico de Cervantes, Milonga de Don Quijote, es una de sus obras más secretamente recordadas. Además, dejó varias novelas inéditas, prolijamente encarpetadas. Era un soñador, un bohemio, y reflejaba la vida porteña a veces con humor, a veces con crudeza, y casi siempre con ironía.
Sonetos mugre
En 1966 Giribaldi publicó sus Sonetos mugre, siete series de siete, precedidas de un soneto que sirve de presentación. Yo elijo el lunfardo como lengua literaria, afirmó alguna vez el escritor.Tuve también mis buenas; pasé el trapo/ en más de un entrevero carpetero./ Siempre que escuché envido/ canté quiero./ De confiado nomás, nunca de guapo, decía Giribaldi en una de las estrofas de El mangazo.
Anoche, el mendocino Marziali -también periodista y compañero de redacción de Giribaldi- interpretó, guitarra en mano, adaptaciones de textos del poeta homenajeado, y arrancó sonrisas y hasta algunas carcajadas del público.